Dos siglos de dramaturgia regional en Yucatán – VII

CUADRO SEGUNDO

Sala regia, una mesita en ambos lados con botellas y copas, sillas las necesarias. (Música) Al levantar el telón, aparecen varias parejas bailando una conga en medio de una algazara que hacen los demás, suenan las copas y botellas al compás de la música. Los personajes están distribuidos en el orden siguiente: En la mesa de la derecha, ALFREDITO, con MARIA ANTONIA, ALEJANDRO y otros amigos, a la izquierda, CELEDONIO, la MULATA, ARTURITO y la HUERA

ESCENA I

ALFREDITO, MARIA ANTONIA, ALEJANDRO, CELEDONIO, MULATA, ARTURITO, PURITA Y HUERA. (Al terminar la música.)

 

CELEDONIO: ¡Viva la alegría!…

TODOS: ¡Viva!… ¡Viva!

CELEDONIO: Viva el relajo.

TODOS: ¡Viva!…

ALFREDITO: Bueno, basta ya: que cante Celedonio.

HUERA: Sí, que cante.

CELEDONIO: Tú lo mandas, Alfredito, entonces allí va…

 

Música

Seductor y calavera

cual tenorio yo nací,

en mi vida parrandera

grandes pruebas te las di;

del amor nada me espanta,

yo trastorno el corazón

pues a la beata más santa

quito yo la devoción.

Una vez una señora

que vivía en un callejón

me citó a cierta hora

para darle una lección.

Al llegar junto a la puerta

y tocar el aldabón,

el marido siempre alerta

me pegó en el callejón.

(Bailan.)

 

La mujer es fortaleza

muy difícil de asaltar

con Champán y con cerveza

el combate hay que empezar;

mas a todos recomiendo

mucho tacto y precaución

mas a veces combatiendo

falla el tiro del cañón.

 

TODOS: ¡Bravo… bravo!… Bravo….

CELEDONIO: Gracias, amado pueblo.

ALFREDITO: (A María.) Tú, mi vida toma esta copa a mi salud. (Ofreciéndole una copa)

MARÍA: Yo ya no puedo más, he bebido bastante y siento que me da vueltas la cabeza.

MULATA: Bebe mujer, no seas tonta.

MARÍA: Pero, ¿y si me caigo?..

CELEDONIO: Te recibe el suelo, y de allí no pasas.

MARÍA ANTONIA: Bueno, pues bebamos.

ALFREDITO: Entonces a la salud de todos.

CELEDONIO: Salud, embriaguez y escándalo. (Todos toman.)

MARÍA ANTONIA: Ahora amigos míos, les voy a cantar un cuplé modernista titulado La Pecadora.

CELEDONIO: Magnífico, a mí me gustan todas las pecadoras.

MARÍA ANTONIA: Pues allá, va.

 

Música

Todos dicen que feliz la pecadora

la vida pasa entre orgías y placeres

mas no saben que fingiendo sus quereres

tienen sonrisas cuando el alma… llora.

De una joven gentil y encantadora

un recuerdo conservé en la memoria

página triste de vulgar historia

cruz de martirio de la pecadora.

En los antros del viejo mancillada

de su inocencia marchitó las glorias

y en el fango de impúdicos amores

es la víctima de todas ultrajada.

En el silencio cuando a solas llora

tal vez de su desliz arrepentida

odio y desprecio siente por la vida

y canta sin ser feliz la pecadora.

 

TODOS: ¡¡Bravo!!… ¡Bravo!!… ¡Bravo!!

CELEDONIO: Esto se llama gozar de la vida, habiendo aguardiente y mujeres yo soy hombre perdido.

 

 

ESCENA II

Dichos, AURELIO primera izquierda.

 

AURELIO: Buenas noches, señores y señoras…

MARÍA ANTONIA: (Ap.) ¡Dios mío, mi hermano! (Se oculta detrás de ALFREDO.)

AURELIO: Perdone si vengo a interrumpir sus alegrías; pero me han dicho que aquí se encuentra María Antonia y quiero convencerme de la verdad.

ALFREDITO: Pues bien, aquí la tiene; que desea usted de ella.

AURELIO: Sacarla cuanto antes de este lugar.

ALFREDITO: Si es por la fuerza, muy difícil ha de ser porque está conmigo.

AURELIO: Ante mi súplica, creo que ella accederá gustosa.

CELEDONIO: Y usted, ¿con qué derecho pretende llevársela?…

AURELIO: ¡Cállese usted imbécil!… si no quiere que yo le calle de un puñetazo.

ALFREDITO: Alto allí, amiguito, y guarde usted su altanería para otro sitio que en esta casa yo mando y no se le consiente a nadie…

AURELIO: Tiene usted razón, pero yo vengo a llevarme a mi hermanita…

ALFREDITO: ¡Ella se encuentra muy a gusto en este lugar y es inútil lo que usted pretende; sin embargo lo que ella decida!

AURELIO: María Antonia, hermana mía, desde que abandonaste nuestra casita, desesperado te busco por todas partes, hasta que gracias a un buen amigo, hoy te encuentro en este lugar.

MARÍA ANTONIA: ¿Y qué quieres… Aurelio?

AURELIO: Vengo en nombre de mamá para rogarte que vuelvas a casa; ella más que por enfermedad del cuerpo, por un dolor del alma, se está muriendo. Vamos María, sé muy bien que contra tu voluntad nada puedo; pero no desdeñes la súplica de una moribunda que antes de lanzar el último suspiro quiere perdonarte.

MARÍA ANTONIA: No lo creo, Aurelio, esa es una artimaña tuya para sacarme de aquí.

AURELIO: Jamás mis labios se han manchado, con una mentira de esta especie.

MARÍA ANTONIA: Bueno, pues suponiendo que sea cierto, en este momento no puedo abandonar a mis amigos.

AURELIO: Ante la súplica de la madre que se muere, el deber filial está primero que la amistad.

MARÍA ANTONIA: Es muy cierto, pero muy bien puedo ir otro día; mañana iré si tengo tiempo.

AURELIO: Un minuto de retraso equivale a hundirse más el puñal que le ha de quitar la vida a nuestra madre; vamos, María Antonia, yo te lo ruego.

MARÍA ANTONIA: Es inútil, yo no voy.

ALFREDITO: Está convencido joven.

AURELIO: Desgraciadamente si…

CELEDONIO: Pues entonces ya puede usted irse largando de aquí, que a nosotros no nos gusta la tristeza.

AURELIO: Sí, ya me voy; pero antes voy a cumplir una orden de mi madre; «Aurelio, corre, ve por ella y si sólo la muerte la libra de caer al fango, mátala», pues bien María Antonia, hija maldita, antes que tu desgracia acabaré con tu vida. (Hace ademán de querer estrangularla.)

ALFREDITO: (Saca su pistola y dispara) ¡Atrás, atrevido! (Al oír el disparo hace mutis Celedonio)

AURELIO: ¡Ay, canalla!… Tú eres el ladrón de la honra de mi hermanita y hoy completas tu obra fracturándome el brazo. María Antonia, ¿qué haces de tu vida? ¡Llegará el día que tu presencia será repugnante a las gentes de bien, las puertas honradas se cerrarán a tu paso!

 

TELÓN

 

Continuará la próxima semana…

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