De la quema de brujas a la quema de libros

By on diciembre 13, 2019

Adán Echeverría

“Yo nunca me equivoco en mis actos;

pasa que no tienes la capacidad de entenderlos.”

Todos los libros nos dejan algo, incluso los que nos hacen decir: “¡Qué libro tan malo, jamás vuelvo a leer a este autor!” En esta diversidad lectora es en donde ponen sus cimientos las ferias del libro, las bibliotecas, las librerías, la historia del libro, y el poder de la lectura.

Volver a ver a jóvenes mexicanos quemar libros, en esta ocasión afuera de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Jalisco, es de una total pena. ¿Qué pobre educación permea sobre las personas que presentan su odio sobre los objetos? Ya alguna vez Beatriz Preciado había dicho: “Todo lo que causa placer es un dildo, incluso el pene.” Desde esa objetualización del placer sexual es cuando se da por terminado el Falocentrismo. Nos hace falta leer tanto.

Quemar un libro habla de Censura.

La Censura es un signo de violencia.

La violencia es lo que las sociedades buscamos erradicar del imaginario colectivo, de la educación de los niños y de los jóvenes.

No podemos seguir pensando en la necesidad de resarcir todo el daño que se ha causado a la mujer, a los homosexuales, a los migrantes, a los pueblos originarios, cargando la violencia como estandarte, porque nos convertimos justo en aquello que nos ha causado tanto daño.

La quema de libros es algo que no podemos permitirnos como sociedad. Ellas queman libros que hablan de “Cómo curar la homosexualidad”, un tema tan estúpido. ¿En qué te convierte pelear con un estúpido?

Ya en 1564, la iglesia católica publicó el Index librorum prohibitorum, el “Índice de libros prohibidos”: una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como libros perniciosos para la fe y que los católicos no estaban autorizados a leer. ¡En 1564! Hace apenas un poco más de cuatro siglos. Una época en que la Santa Inquisición torturaba y mataba mujeres acusándolas de brujas, gracias al manual conocido como Malleus Maleficarum, escrito por los monjes Kramer y Sprenger.

De pronto, hoy volvemos a esas épocas, al tiempo en que lo que no nos gusta hay que quemarlo.

¿Acaso no podemos darnos cuenta que los que se sienten afectados van a reaccionar en nuestra contra? ¿Acaso creemos que aquel que consideramos El Monstruo se va a poner a llorar por nuestras marchas y cantos, y dejará de hacer maldades? Estamos nalgueando al toro, en marabunta, en jauría, esperando vencerlo por la fuerza, pero el toro ante el acecho igual reaccionará.

¿Qué se ha logrado con el simbolismo de la quema de esos libros? ¿El autor de aquellos libros lo entendió y sacará sus libros del mercado?

Los que están contra de quienes quemaron el libro, y jamás hubieren leído tales conceptos, ahora irán a leer ese libro. Triste sería que, por este acto, las ventas de aquel libro cuyo tema es “Curar la homosexualidad” aumentaran, porque ahora muchos corran a comprarlo, y el libro comenzara a tener un número tal de ventas que ni el autor ni los editores hubieran esperado. Ergo, el autor escribirá más y más textos sobre lo mismo.

Los libros no son más que un mercado también. La sana crítica lectora pudo hacer que aquellos libros se quedaran en el olvido.

En una época del fácil acceso a cualquier tipo de tema en el internet, ¿en verdad creemos que la quema de libros cambiará el concepto de quienes creen en dichos temas?

La censura es un arma de doble filo.

Cada vez que yo Censuro al Otro siento las bases para que un día las autoridades de un pueblo tengan las herramientas para censurarnos a nosotros.

Tienes que pensar que Tú eres el Otro para los demás. Y los demás un día podrán censurarte a ti.

Apréndete este Mantra: “Podré no estar de acuerdo con tu forma de pensar y lo que dices o escribes; pero defenderé hasta la muerte tu derecho a pensarlo, decirlo y escribirlo.

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