Pedro Escamilla
En momentos de crisis, esta se puede ver de dos maneras: como una oportunidad de mejora o como una situación de fallo irreparable. México, como el mundo, está pasando por una crisis profunda, solo que a mi juicio en nuestro país la situación es más complicada: como país tenemos de común denominador con las demás naciones la pandemia, pero en lo interno México tuvo un cambio de régimen de gobierno que plantea un cambio total de estructura económica, política y social.
La cuarta transformación, el slogan utilizado para representar ese cambio profundo en el país, busca socavar los cimientos, la estructura del modelo neoliberal que durante 30 años se entronizó en el país y delineó una nación con predominancia económica para el Capital -de unos cuantos-, la unión entre el poder político y la cúpula económica, los escándalos de corrupción debido en su mayor parte a esa convivencia, y la impunidad como consecuencia. En suma, un país muy desigual y con pobreza creciente.
Esta situación fue empeorada con la declaración de guerra al narcotráfico en el sexenio de Felipe Calderón, que soltó a los demonios del crimen organizado y dio pauta a una ola de violencia que hasta la fecha ningún Presidente en turno ha podido eliminar.
Ante este coctel de variables, México está ante una situación de crisis. Todo depende de cómo el liderazgo gubernamental la plantee: como una oportunidad de mejora o como una situación de fallo irreparable.
La impresión que es que falta altura de miras: si se viera como una oportunidad de mejora, habría que convocar a las partes interesadas (la clase empresarial, la trabajadora y la gubernamental), buscar formas de diálogo, consensos y planteamiento de estrategias de corto, mediano y largo plazo para la transformación.
Veamos algunos ejemplos donde se pueda dar esos consensos.
En el aspecto económico, la información reciente plantea a través del CONEVAL que la situación de la pobreza ha empeorado. Datos de la misma institución plantean que la pobreza en nuestro país ha crecido de 2018-2020 de 51.9 a 55.7 millones de personas; en términos de porcentaje, de 41.9 a 43.9. La población en pobreza extrema ha pasado de 8.7 a 10.8 millones de personas, 2.1 millones de personas más tienen problemas para alimentarse. Es importante mencionar que se debe a los efectos de la pandemia en nuestro país: La economía se detuvo, cerraron empresas, el problema sanitario afectó sobre todo a las micro, pequeñas y medianas empresas, generando en consecuencia el desempleo y una drástica reducción de los ingresos en esa población trabajadora. ¿Qué hizo el gobierno? Transferir recursos a jóvenes con el Programa Construyendo el futuro, incrementar las pensiones a los adultos mayores y a los discapacitados, otorgar créditos a empresas afiliadas al Seguro Social para evitar su cierre; en el sector primario, el Programa Sembrando Vida repartió ingresos a los campesinos.
Evaluando estas políticas públicas, parece que no han dado resultado, ya que la pobreza se ha incrementado. El Presidente ha mencionado que no está de acuerdo con los resultados del estudio del CONEVAL y que él tiene otros datos; claro, sin presentarlos.
La ciencia de la Economía menciona que, para generar riqueza, ingresos y empleos, la variable inversión es la generadora. He ahí está el lado flaco del actual gobierno. Lo único que se sabe es que la inversión pública está en la región sur-sureste con los macroproyectos de la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Tren Interoceánico los cuales, por ser de mediano plazo, impactan en las variables mencionadas de forma poco perceptible.
Hace poco tiempo se anunció que el gobierno, en conjunción con la iniciativa privada, invertiría en infraestructura a nivel nacional, pero hasta la fecha poco se ha movido.
En resumen, la principal variable generadora de la riqueza de un país –la inversión– es la que menos se ha movido. Si a esto le sumamos el efecto de la pandemia, las consecuencias anunciadas por el CONEVAL están a la vista.
Es urgente reactivar la inversión. El gobierno debe de convocar a la empresa privada, no solo a la cúpula, hay que convocar al sector de las pequeñas empresas y, en conjunción, elaborar un plan de inversión. Ante la falta de recursos, la banca de desarrollo debe ser la fondeadora, aterrizando un plan de corto plazo para reactivar la Economía.
Otro ejemplo: el retorno a clases de manera presencial. Estamos en medio de la tercera ola del coronavirus, en la modalidad de la variante Delta, altamente contagiosa, pero con poca tasa de mortalidad en apariencia.
El contagio se está dando en aquellas partes de la población que no ha sido vacunada: los jóvenes y los niños. En una de las conferencias mañaneras, el Presidente de la Republica anunció que, “llueve, truene o relampaguee”, las clases presenciales en la educación básica se van a llevar a cabo en el nuevo ciclo escolar.
El retorno a las clases presenciales incide en varios grupos sociales con diferentes intereses: los maestros, los padres de familia, los niños y adolescentes, el gobierno a través del Sector Salud y de la SEP, así como las representaciones de los gobiernos estatales y municipales.
Ante la decisión vertical anunciada por el Presidente, en días posteriores la Secretaria de Educación Pública comunicó 10 acciones necesarias para el retorno a clases, al parecer tomadas de manera unilateral.
Existen dos visiones en lo que respecta a esta decisión: la de las instituciones de Educación Superior que plantean el no retorno a las clases presenciales, que sigan siendo en línea, y la del Presidente de la República, ya conocida.
Estas acciones están originando confusión, ya que cada una de esas visiones parece contradecirse. ¿Por qué las universidades no quieren tener clases presenciales? ¿Será debido al alto nivel de contagio en los jóvenes, un sector no vacunado, y que las repercusiones en materia de salud pueden ser graves? De ser así, el retorno a clases presenciales en la población de estudiantes de Educación Básica (que abarca los niveles desde Kínder hasta Secundaria) puede ser más complicado, ya que incluye a niños y adolescentes que se antoja difícil puedan cumplir con las estrictas medidas sanitarias para evitar contagios; al ser una población que tampoco está vacunada, las consecuencias pueden ser muy delicadas.
El objetivo del retorno a clases debió de ser consensado con los grupos e instituciones que intervienen en la Educación Básica, pero parece que no fue así. Ojalá y las consecuencias no sean delicadas y graves.
La situación de la Educación tiene matices muy peculiares y, al ser una variable social muy importante, tiene amplias repercusiones. La pandemia vino a trastocar el modelo educativo. Como bien dice el Antropólogo Carlos Gómez Sosa, la escuela a distancia acentuó la brecha social. “Uno de los problemas que enfrentarán los estudiantes es la poca conectividad que poseen, especialmente los que no cuentan con los recursos para hacerlo, incluyendo a los niños que viven en las comunidades rurales; a eso se suma la insuficiente capacitación de los docentes, sobre todo los de mayor edad, en el manejo de las tecnologías de la información”. Esta situación hace que los estudiantes que no cuentan con recursos no puedan tomar clases en línea, perdiendo la oportunidad de la Educación como palanca para su desarrollo.
Como mencioné al inicio de este artículo: toda crisis puede verse de dos maneras, como una oportunidad de mejora o como una situación de fallo irreparable.
Esperemos que el Estado tenga la altura de miras para delinear las políticas públicas adecuadas con el consenso de los grupos interesados. Entonces podría decirse que México está en la Cuarta Transformación.
Veremos.