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- La Educación Maya – X
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- Crónicas de Viaje, Vol. 1 – XVII
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- El Alma Misteriosa del Mayab – XXXIII
Alimentación yucateca
Editorial
Las familias pudientes de nuestra sociedad yucateca son aquellas que no requieren saber con anticipación lo que van a comer el día de mañana: si los platillos tradicionales de los lunes yucatecos que señalan al frijol con puerco, los internacionales al alcance de sus engordados bolsillos, o los antojos de los chefs que sugieren bocados gourmets en sus restaurantes favoritos.
De los habitantes de nuestra clase media para abajo, las decisiones son más prontas y explícitas: se comerá lo que se pueda, de acuerdo con los mermados recursos familiares.
Así ha sido en este siglo y mucho peor en los anteriores a él.
Nuestro pueblo, desde sus lejanas raíces, ha sabido sortear esos momentos duros, obteniendo del medio ambiente variados productos vegetales, animales y minerales, como la sal, con los que ha contado territorialmente y desde siempre los suelos peninsulares.
Así es como nuestros antepasados lograron su supervivencia: adaptando su alimentación a los recursos provenientes del medio que los rodeaba.
Como herederos de una convivencia de siglos, los yucatecos peninsulares han aprendido a vivir y convivir con la naturaleza. Es más, aún expresan su gratitud a la Madre Tierra, a las aguas de la sagrada lluvia y las preservadas en los cenotes, mismas que aun consumen, alternadas ahora con las aguas potabilizadas en plantas industriales.
Aquí continuamos hablando nuestra lengua materna, compartiendo la lengua castellana yucatequizada, hablando también decenas de otros idiomas que nuestra habilidad de aprendizaje lingüístico nos ha permitido conocer a través de los miles de yucatecos desperdigados en los cinco continentes.
Nuestros hombres mayas, ahora también mestizos, son pilares firmes en la cultura heredada que nos enaltece.
Nuestro legítimo orgullo tiene una madurez de siglos.
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