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- Nelson Camacho
- José Ruiz Elcoro
- Siempre la sonrisa de Lucy
- Félix Guerrero, Batuta de Oro
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- Kiko Mendive
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- La revolución que quiso ser – IX
- Luna, Boleros y Son – II
- Luna, Boleros y Son
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- La revolución que quiso ser – VII
Al Volver de la Senda
I
Alfredo Aguilar Alfaro: Poeta yucateco
Don Alfredo Aguilar Alfaro nació en la población de Calotmul, Yucatán, el 20 de octubre de 1902. Sus primeros estudios los realizó en Valladolid hasta que, a la llegada de Salvador Alvarado a Yucatán, su familia se trasladó a Mérida.
Ante las necesidades económicas de la familia comenzó a trabajar, en 1916, en la Droguería Díaz, propiedad del padre de Don José Díaz Bolio, al que le unió una gran amistad que duró hasta su muerte.
Se mantuvo durante cinco años en este empleo, hasta que en 1921 trasladó su domicilio a la ciudad de México, en donde laboró para la Droguería Echeverría por un período de cuatro años, al cabo del cual un amigo le invitó a colaborar como empleado de la Tesorería de Mixcoac, y luego como Comisario de la policía.
Posteriormente, fue contratado por los “Laboratorios Mexicanos Colliere”, donde se desempeñó por espacio de cuarenta años hasta jubilarse. Fue entonces que decidió trasladar de nuevo su residencia a la Ciudad de Mérida, pues el Profesor José González Beytia le ofreció el puesto de Jefe de Personal de “Henequeneros de Yucatán”. Luego trabajó como Proveedor de Medicinas del Hospital 20 de Noviembre.
Tanto en los Laboratorios Colliere, como en “Henequeneros de Yucatán”, fue él quien tuvo la iniciativa de formar sus respectivos sindicatos, llegando a ser Secretario General de ambos. En ese entonces, fomentó una revista a la que tituló “Unión”, en la que él mismo colaboraba con artículos y poesías. Aunque nunca fue un gran aficionado a los deportes, también formó parte del equipo de béisbol de “Henequeneros de Yucatán”.
En abril de 1965, al fundarse el diario “Novedades de Yucatán”, colaboró en éste, primero como escritor, y posteriormente como Director del suplemento cultural “Artes y Letras”, del cual fue director honorario hasta su muerte.
Su afición por la escritura de poesías comenzó desde que cursaba el sexto grado de primaria, y desde entonces procuró relacionarse con sociedades culturales, algunas de las cuales él mismo creó- un ejemplo de ello es PIMELEA. En la ciudad de México perteneció al “Centro Yucateco” y fue en ese sitio donde conoció al compositor yucateco Guty Cárdenas.
Sus primeros libros fueron “De mis senderos” y “La divina ociosidad”, editados ambos en la Ciudad de México, el primero en 1928, y el segundo en 1940. En el año de 1943, obtuvo el primer lugar de los Juegos Florales de Valladolid con su “Canto a Valladolid”.
Toda su producción literaria posterior la realizó en la ciudad de Mérida: “Mariposas y rosas” (1954), “Con el río que pasa” y “La tierra propicia” (1955), “Lo que dijo la vieja casa” y “Amora” (1959), “Yaxché” (1975), “Elogio a la patria” (1980) y “Al volver de la senda” (1983).
Fueron muy pocos los versos de Alfredo Aguilar Alfaro que fueron convertidos en canción, siendo el tema más conocido “Ojos tristes”, que fue musicalizado por Guty Cárdenas.
Otras canciones con letra suya son “En un minuto de ilusión”, musicalizada por Ricardo Palmerín y a la que Guty pensaba ponerle música, cosa que no llegó a ocurrir debido a su inesperado asesinato.
Este mismo poema fue musicalizado por Ermilo Padrón, José Díaz Bolio y José Antonio Castillo. Jesús Haro y Tamariz musicalizó su poema “Ya nunca más”; El Chel Solís, “Solamente una vez”; Héctor Aguilar Quiroz, “Sublime visión”; Fausto Cámara Zavala “Beso Santo”; Carlos Cadena, “Como blancas magnolias”; Manuel López Barbeito “Como pétalo en la flor” y “Dos luceros”; Ricardo Pasos Peniche, “Los bucles de tu pelo”; y Pepe Domínguez, “Por el camino y la huella”. Sobre esta última canción, agregaré que fue la última canción que escribió Pepe Domínguez antes de su deceso, ocurrido en 1950 en la Habana, Cuba.
Alfredo Aguilar Alfaro fue también autor del Himno del Colegio Juan Crisóstomo Cano y Cano de la Colonia Alemán.
Entre otros reconocimientos que le fueron otorgados en vida, destaca la Medalla Yucatán, la cual recibió en 1981 en el Distrito Federal.
Falleció a la edad de 84 años, el 11 de noviembre de 1986. Su hermana Carmen se encargó de publicar su libro póstumo: “Contemplando la vida”. El 5 de abril de 1990 fueron trasladados sus restos al “Monumento a los creadores de la Canción Yucateca”, ubicado en el Cementerio General de Mérida, Yucatán.
Beatriz Heredia Morales
Mérida, Yucatán, a 10 de abril de 2009.
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PALABRAS AL LECTOR
El contenido de este libro dista mucho de ser la obra poética de mi hermano Alfredo, puesto que ha publicado otros. Uno de ellos es ELOGIO DE LA PATRIA (editado recientemente), que ha tenido magnífica aceptación, no sólo en el elemento oficial, sino también en el público que lo solicita.
No ha sido tarea fácil la recopilación de las poesías del presente libro pues, dada la dispersión de los originales, he tenido que hurgar en viejos cuadernos, revistas y periódicos.
En la primera parte del presente tomo figuran composiciones relativamente recientes; las llamo de madurez; y, en la segunda, la producción literaria de su adolescencia y juventud, ya que mi hermano comenzó a versificar desde los bancos de la Escuela Primaria. Distribuí las composiciones de esta segunda parte en orden cronológico, para que el lector pueda apreciar su evolución, así como el cambio de estilo y otros aspectos que lógicamente trae consigo el devenir de los años: el cambio de ambiente, de escenario, etc., que las nuevas generaciones desconocen; tales como los emotivos momentos de despedida en los muelles y en las estaciones ferroviarias, ya que, desde que las distancias se miden por minutos y no por kilómetros, aquellas escenas han desaparecido.
Atentamente:
CARMEN AGUILAR ALFARO.
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AUTOBIOGRÁFICAS
–I–
AL VOLVER DE LA SENDA
Al volver de la senda
que marcó mi fatiga
con el cardo y la ortiga
de mi loca inquietud,
he llegado a tu tienda,
dulce incógnita amiga,
con mi rota loriga,
mi breviario y mi laúd.
Ya mi vida desciende
por la opuesta ladera;
su postrer primavera
aún le brinda fulgor.
Ven, la túnica extiende
al calor de la hoguera
que arderá placentera
en las noches de amor.
Aprendí en el trayecto
mi doliente plegaria;
como Cristo en Samaria
tengo mística sed.
Tengo sed de un afecto,
no de loa gregaria
que en mi senda precaria
es grillete y es red.
Continuará la próxima semana…
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