Editorial
Yucatán, esta plataforma terrestre que retó a la geografía mundial surgiendo enfilada hacia el norte planetario, ha sido históricamente referencia válida del firme carácter de sus habitantes, así como asiento para un pueblo de carácter fuerte, duro, retador de dioses ancestrales y del rudo trato de la propia naturaleza.
Muchos siglos han afirmado el carácter y la voluntad de los pobladores peninsulares para remontar las dificultades, sobrevivir y continuar con su arraigo a las raíces culturales primigenias.
Terrenos duros, pedregosos, sol inclemente que abrasa a los peninsulares, dificultades severas para siembras y cosechas. Y sin embargo, aquí continuamos después de milenios, con raíces de supervivencia que se afirman cada vez más profundas, hasta llegar al agua que ahora obtenemos con facilidad al abrir una llave de paso del líquido que se nos surte por tuberías ocultas, o que extraemos por la boca abierta de los pozos artesanales que entregan frescura de vida a nuestra sed cotidiana.
Este año 2023, nuestro antiguo dios sol Kin nos reitera su diaria presencia celestial y, en alianza con Chaac, nuestra deidad del agua, nos recuerdan que aún son amos celestiales en este Mayab.
Reconozcámonos bienaventurados al contar con agua en el subsuelo. Bien sabían los mayas de esa atención divina. A través de los siglos, cada vez que el calor enciende los caminos, son las grutas, los cenotes y aguadas los que cumplen con su misión de aliviarnos de los pesares que causa la sed.
Muchos siglos han transcurrido en los cuales se ha afirmado la dura supervivencia humana peninsular en nuestra península yucateca. Aquí continuamos, agradecidos un día sí y otro también, por continuar vivos y actuantes en esta tierra de nuestros ancestros.