¿Agoreros del desastre?

By on septiembre 5, 2019

Editorial

Desde los últimos meses del año anterior, y el período transcurrido de este 2019, una nueva visión sobre el transcurso del gobierno en sus acciones ejecutivas ha emergido. Es una muy especial y enfermiza manera de visualizar las acciones y los hechos, va creando una generación de críticos muy peculiar que se caracteriza por opinar negativamente de cuanto hace o deja de hacer el nuevo gobierno de nuestro país, surgido de la voluntad popular mayoritaria, a gustarnos o no.

Va para un segundo año de ejercicio el titular del Poder Ejecutivo Federal y sus acciones son objeto de censuras inmotivadas, críticas y comentarios adversos, así como abiertas posiciones de rechazo a cualesquiera de las acciones de gobierno. Al parecer, su pensamiento colectivo va en el sentido de que “todo tiempo pasado fue mejor”, cuando bien sabemos que los altibajos de nuestra vida social han sido continuos durante los últimos recientes años.

El actual presidente de la República ha hecho de los informes continuos, diarios, un lazo de unión con sus seguidores, ellos sí, optimistas y expectantes de las acciones oficiales que, a gustar o no a sus adversarios, han servido para dar apoyo a los productores de alimentos, adultos mayores, a los jóvenes desempleados, a los niños, y a las mujeres, que son el eje en los hogares mexicanos actuales.

A cada acuerdo, a cada decisión gubernamental, se le recibe con críticas, burlas y comentarios sesgados, cuando no con un franco rechazo, no obstante los innegables beneficios de índole social para millones de mexicanos.

No lo expresan abiertamente pero, a su parecer, es más apropiado el sistema operativo del modo de gobernar anterior con toda la corrupción y malos manejos que representó, creando comaladas de nuevos ricos cada sexenio, en tanto disminuían la calidad de los servicios públicos, el abandono de la salud, la educación y el modo de vida de las mayorías, que por entonces era explotado corruptamente para alimentar y enriquecer cada seis años a una nueva casta “divina” de políticos que para los peninsulares de Yucatán es de ingrata memoria.

En esa ceguera temporal, estos agoreros del desastre dedican sus capacidades, sus energías, a hacer burla, a sabotear individualmente o en los medios de comunicación que todavía les facilitan el acceso, amparándose en el uso de una libertad de expresión -ahora sí garantizada por primera vez después de largos años de silencio cómplice gubernamental- que ahora se ha brindado gratuitamente, como no ocurría antes, para desahogos antigubernamentales que tales medios festejan y cobijan, porque se asimilan a su dolor propio por las antiguas prebendas disfrutadas y actualmente perdidas.

“Aves del mismo plumaje vuelan juntas” dice el antiguo refrán, que ahora nos admira por su claridad.

¿Llegará algún momento en que la madurez y la reflexión abran las mentes de estos entes sociales? ¿Prevalecerán sus intereses muy particulares por sobre el interés público?

Las limitaciones de la mente humana no están en posición de darnos ahora una respuesta tajante que sólo el tiempo y las circunstancias podrían definir.

Confiamos en la madurez del pueblo mexicano que cada vez que sufre el hartazgo de acciones impropias ha impulsado los cambios que necesita.

Independencia, Reforma y Revolución Social son hitos históricos cuya memoria acude por estas fechas a la mente de los mexicanos comunes. Y decimos comunes debido a que el influyentismo se agazapa en sus propios recintos, convertidos en fortaleza inexpugnable de sus indignos intereses creados.

Con un 70% de aceptación popular por estos días, y recordando los 30 millones de votos a su favor en julio de 2018, el actual gobierno de la República mantiene su firme alianza con el pueblo al que sirve y en tanto responda a los intereses de los mexicanos mantendrá su vigencia.

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