Un Poeta

By on marzo 15, 2018

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XV

Entre sus innumerables pasatiempos, mi amigo Pascual practica ajedrez, la lectura de los libros de Antonio Plaza y la poesía. En sus versos (amurallados por hemistiquios y endecasílabos) impera el ripio, el rictus afiebrado, la terca obsesión de rimar por rimar, la cursilería más desbocada, y el más disparatado color local.

“Nosotros los poetas…” suele exclamar en los apócrifos cenáculos de café y en la cantina, y se lanza a decir sus propias composiciones con el énfasis de los declamadores decimonónicos y la obligada pedantería de quienes crédulamente se sienten poetas.

“He hecho copiar mis poemas a máquina por una secretaria,” me explica sin que yo le haya pedido explicaciones, y añade: “Publicaré mis Poesías Completas en un tomo, si consigo los centavos. Un regidor ha ofrecido imprimirlas.”

A veces se sienta en una banca del Parque Hidalgo y, mientras lanza bolitas de pan a las palomas, habla consigo mismo. La gente se aleja de su presencia, acaso porque no entiende lo que quiere decir.

“Abomino de Platón por habernos exiliado a nosotros los poetas de la República.” (Y abomina de Neruda porque no lo entiende).

Los medios días, instalado en su banca, procede a extraer de su bolsillo un emparedado envuelto en una servilleta. Lo ingiere sin prisas, disfrutando cada bocado. A veces para de masticar, se introduce el dedo índice de la mano derecha en la boca y extrae alguna piedrilla que seguramente ha de haberse colado en la preparación del sándwich. Siempre tiene una Coca Cola en la mano, para “hacer resbalar el emparedado”. Cuando concluye de comer, eructa, y enseguida pasa a encender un “Delicados” y larga densas bocanadas de humo mientras observa, con mirada satisfecha, las volutas de humo y el monumento al general Cepeda Peraza. Entonces se dirige a la estatua con estas palabras: “Héroe epónimo de mil batallas… yo, el lírida Pascual, en nombre de todos los poetas, te saludo.” Y suelta una bocanada de humo al aire.

Pascual, que ha nacido en la Hacienda San Isidro, habla la lengua maya con fluidez. Gusta de compartir ociosas conversaciones con lánguidos limpiabotas y deslenguados cocheros que concurren al parque. Escupe con largueza, observa con mirada procaz a las turistas (posee el inglés también) o a algún viejo “musical” de Irving Berlin y, cuando se esfuma el postrero sol de la larga tarde veraniega, abandona su asiento mecánicamente y se dirige a su casa.

Durante muchos años Pascual hizo el amor con suecas y francesas en la isla de Cozumel, antes de “que Cancún estropeara, con sus multitudes idiotas, la serena belleza del Caribe mexicano.”

Roldán Peniche Barrera

Continuará la próxima semana…

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