- Consuelo Velázquez
- Nelson Camacho
- José Ruiz Elcoro
- Siempre la sonrisa de Lucy
- Félix Guerrero, Batuta de Oro
- Jesús Gómez Cairo (+)
- Kiko Mendive
- Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba
- La revolución que quiso ser – IX
- Luna, Boleros y Son – II
- Luna, Boleros y Son
- Elena Burke, La Dama del Feeling
- La revolución que quiso ser – VII
Surge una actividad: Componer hamacas
XII
SURGE UNA ACTIVIDAD: COMPONER HAMACAS
La utilización masiva de las redes hamaqueras trajo consigo desde tiempo inmemorial una nueva actividad permanente, aparte de la artesanía de urdir los bamboleantes dormitorios: la de su mantenimiento.
Como todo artículo perecedero, la hamaca se deteriora con el uso, se luye su urdimbre con el unto constante del cuerpo humano. Para conservarla en perfectas condiciones de utilización y prolongar su efímera vida (de alrededor de cinco años), la artesanía proveyó un trabajador permanente y sistemático, un laborante a domicilio que, por una módica cantidad, repara el tejido de la trama principal, de las orillas o de las crines de la hamaca, llamados brazos.
No los llama el vulgo componedores de hamacas, sino con el yucatequismo compositor; tal se usa también con el cirujano de huesos (sin título académico) confundiéndolos con el inspirado hacedor de canciones u otras realizaciones musicales. (Probablemente haya en nuestra ciudad más “compositores” de canción que de hamacas).
No abundan en Mérida, Yucatán. Menos cuando se les necesita. De los que van a las casas en busca de su diario salario, algunos entonando el familiar estribillo: “Se coomponen haamacas”, localizamos al apreciable señor Prisciliano Alcocer Alcocer, con domicilio en la calle 67 número 447 C. Oriundo de Tinum (Valladolid), con 77 años de edad. Hace 50 años que está dedicado exclusivamente a esa actividad artesanal. Nos dice que su promedio es de $20.00 diariamente, menos del 50 por ciento del salario mínimo recién puesto en vigor. Para completar su gasto diario, elabora hamaquitas de juguete y pelotas de béisbol con el hilo sobrante de sus faenas. Nos cuenta don Prisciliano que, cuando vino a Mérida siendo un niño, su padre, también urdidor de hamacas, lo ponía a ayudarlo en sus labores, especializándose luego en ese trabajo. Entonces solo existían en la ciudad alrededor de 10 compositores.
Orgullosamente nos explica que su maestría estriba en el Col-Tup (amoldar la hamaca) cuando viene directamente de su confección original.
Ufano y con razón, don Prisciliano nos informa que él posee un diploma de su actividad. Y va al interior de su modesta morada de mampostería en busca de un documento, con su retrato al margen, que dice: “Exposición Ibero-Americana. –Sevilla. –Jurado de Recompensas. –Terminadas las deliberaciones del Jurado Superior de Recompensas en las que han sido examinadas y definitivamente resultas las propuestas formuladas por los Jurados de Clases, revisadas por los respectivos grupos, tengo el honor de comunicar a haberle sido otorgada la distinción de Medalla de Oro como Expositor del Grupo 18 Clase 17. Dios guarde a Ud. muchos años- Sevilla a 11 de mayo de 1930.-El Secretario del Jurado Superior. –F.S. Apellániz. –Al Sr. Prisciliano Alcocer Alcocer”.
Nos informa don Prisciliano que él envió una preciosa hamaca de hilera blanca a dicho evento, pero que no le entregaron la Medalla a que se hizo acreedor, porque le exigieron en Mérida dinero que no tenía.
Al mostrarnos sus instrumentos de trabajo, vemos unas bien acabadas “agujas” de zapote, bojón y otras maderas duras, juntamente con otras fabricadas en aluminio del Sr. Juan de Pau. Nos informa que una dotación de hilo para cada “aguja” permite avanzar el ancho de un dedo en la trama general.
Renán Irigoyen
Continuará la próxima semana…
0 comments