Rebeldes con causa en México (I)

By on octubre 12, 2017

REBELDES_CON_CAUSA

Rebeldes con causa en México

I

En 1959, un editorial del periódico Excélsior describía a la naciente rebeldía juvenil como: “una enfermedad creciente y amenazadora que se manifiesta en los llamados rebeldes sin causa” y apuntaba que “la causa primera se encuentra en el quebranto y desunión que ha sufrido la familia mexicana en los últimos años.”

Una creciente cultura de consumo, junto con una liberalización de actitudes hacia el divorcio, contribuía directamente a socavar la autoridad paterna y por ende -según Excélsior- a la pérdida de respeto del niño hacia el adulto. “Esto está comenzando a convertirse no en una plaga, sino en un lujo de la modernidad”, lamentaba el periódico poco tiempo después. “Los jóvenes quieren ser hombres libres y soberanos (sic), ricos y aventureros, propietarios de automóviles y partícipes de los placeres mundanos cuando apenas han cumplido los quince años.”

No obstante, para los adolescentes de clase media, como recuerda Federico Arana, la realidad era que “vivíamos rutinas estrechas, aburridas, casi provincianas.” Y continúa: “Por lo general, los “rebelditos” no pasaron de ser muchachos tímidos y adocenados que se ponían chamarras rojas de nylón como la de James Dean, o de piel como la de Marlon Brando…y fastidiaban a la familia por la funesta manía de apoderarse del cuarto de baño con objeto de ensayar el labio elevado al estilo Elvis, exprimirse uno que otro barro, y mantener el copete y la cola de pato en buena forma.” Pero para las autoridades, destacar la relación entre delincuencia juvenil y privilegio servía para distraer la atención de un problema mayor: la creciente pobreza en los barrios bajos urbanos, y la naturaleza dictatorial de la sociedad política.

Poco tiempo después, el procurador general, Fernando Román Lugo, al ensayar una explicación para esos jóvenes que delinquen “sin que padezcan pobreza, los que viven en hogares regularmente formados, los que no tienen carencia de distracciones ni de estímulos” adscribió el problema a “la falta de sentido mexicanista en nuestros hogares”, causada por una ausencia de disciplina.

La crisis observada en la familia se vio directamente ligada con la intranquilidad política a lo largo y ancho del país cuando estallaron diversas huelgas durante la transición del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) al de Adolfo López Mateos (1958-1964), antiguo secretario de trabajo. Durante 1958-1959, los conflictos sindicales comprendían un variado espectro de trabajadores –telegrafistas, maestros, ferrocarrileros y petroleros – y, a pesar de tener su centro en la capital, capturaban la imaginación del país y, según un autor, “hacían que el régimen se tambaleara visiblemente.”

Es significativo que esos desafíos laborales reflejaran la rebeldía de los miembros de los sindicatos disidentes (catalizada por el ferrocarrilero Demetrio Vallejo) contra sus líderes corruptos. “Las demandas del pueblo provenían del resentimiento originado por la conciencia de que la relación partido-sindicato había dejado de ser una relación de apoyo por parte del sindicato hacia el partido, y se había convertido en una relación de dominio de los sindicatos por parte del partido, a través de líderes venales.”

El repudio hacia el charrismo (imposición de líderes sindicales) era similar, si bien sólo de manera simbólica, al cuestionamiento de la autoridad reflejado en la cultura juvenil. Y  desconcertó aún más una huelga de maestros de primaria, que duró casi dos meses, caracterizada por enfrentamientos con la policía. Aprovechando esto, el periódico Excélsior se preguntaba: “¿Cómo es posible establecer una disciplina mental en los niños si el maestro se subleva y hace huelga?”. La disciplina empezaba con la familia, que era el reflejo del país.

Había que revisar el rompimiento de la jerarquía institucional desde sus raíces. “Empezaba la rebeldía sin causa en ese error doméstico donde al escolar no se le alecciona sobre el respeto invariable y absoluto a la propiedad, a las necesidades individuales, ni en los merecimientos que se deben a la jerarquía y a los mayores, ni en las obligaciones morales y sociales de adultos y menores.” En la medida que en que la propia familia seguía mostrando signos de una mayor liberalización, las relaciones entre la “falta de disciplina” de los trabajadores y la falta de control de los padres sobre los hijos se volvían más  exigentes. (Continuará)

JORGE CERVERA RAMIREZ

sesosroc@hotmail.com

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