Popol Vuh

By on mayo 10, 2018

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I

LOS ABUELOS

Entonces no había ni gente, ni animales, ni árboles, ni piedras, ni nada. Todo era un erial soleado y sin límite. Encima de las llanuras, el espacio yacía inmóvil; en tanto que, sobre el caos, descansaba la inmensidad del mar. Nada estaba junto ni ocupado. Lo de abajo no tenía semejanza con lo de arriba. Ninguna cosa se veía de pie. Sólo se sentía la tranquilidad sorda de las aguas, las cuales parecía que despeñaban en el abismo. En el silencio de las tinieblas vivían los dioses que se dicen Tepeu, Gucumatz, y Hurakan, cuyos nombres guardan los secretos de la creación, de la existencia y de la muerte, de la tierra y de los seres que la habitan.

Cuando los dioses llegaron al lugar donde estaban depositadas las tinieblas, hablaron entre sí, manifestaron sus sentimientos y se pusieron de acuerdo sobre lo que debían hacer.

Pensaron cómo harían brotar la luz, la cual recibiría alimento de eternidad. La luz se hizo entonces en el seno de lo increado. Contemplaron así la naturaleza original de la vida que está en la entraña de lo desconocido. Los dioses propicios vieron luego la existencia de los seres que iban a nacer; y ante esta certeza, dijeron:

-Es bueno que se vacíe la tierra y se aparten las aguas de los lugares bajos, a fin de que éstos puedan ser labrados. En ellos la siembra será fecunda por el rocío del aire y por la humedad subterránea. Los árboles crecerán, se cubrirán de flores y darán fruto y esparcirán su semilla. De los frutos cosechados también comerán los pobladores que han de venir. Tendrán de este modo igual naturaleza que su comida. Nunca tendrán otra. Morirán el día que lleguen a tenerla distinta.

Así quedó resuelta la existencia de los campos donde vivirían los nuevos seres. Entonces se apartaron las nubes que llenan el espacio que había entre el cielo y la tierra. Debajo de las estrellas, y sobre el agua de la superficie, empezaron a aparecer los montes y las montañas que hoy se ven. En los valles se formaron macizos de cipreses, de robles, de cedros y de álamos. Un aroma agrio y dulce se desprendió de estos bosques de riquísima savia. Luego fue abierto el camino que dividió el espacio seco del espacio húmedo.

Al ver lo hecho, los dioses dijeron:

-La creación primera ha sido concluida y es bella delante de nuestros ojos.

Enseguida quisieron terminar la obra que se habían propuesto. Dijeron entonces:

-No es bueno que los árboles crezcan solos, rodeados de sombras; es necesario que tengan guardianes y servidores.

De esta manera decidieron poner, debajo de las ramas y junto a los troncos enraizados en la tierra, a las bestias y a los animales que abajo se dicen, los cuales obedecieron al mandato de los dioses, pero permanecieron inertes en el lugar de su nacimiento, como si fueran ciegos e insensibles. Ambulaban sin orden ni concierto, tropezándose con las cosas que encontraban a su paso. Al ver esto, los dioses dijeron:

-Tú, bestia, tú, animal, beberás en los ríos; dormirás en las cuevas; andarás en cuatro patas y tendrás la cabeza gacha, y en su día, tu lomo servirá para llevar carga. Y por todo esto no te resistirás ni harás alarde de rebeldía ni siquiera de cansancio. Tú, pájaro, vivirás en los árboles y volarás por los aires, alcanzarás la región de las nubes, rozarás la transparencia del cielo y no tendrás miedo de caer. Y así te multiplicarás y tus hijos y los hijos de tus hijos harán lo mismo y seguirán, en todo, tu ejemplo y tu gracia.

Las bestias, los animales y los pájaros cumplieron con lo que les fue mandado: las primeras buscaron sus guaridas, los segundos sus prados y los pájaros hicieron entre los ramajes sus nidos.

Cuando estos seres estuvieron tranquilos en los sitios de su agrado y convivencia, los dioses se juntaron otra vez y dijeron:

-Todo ser bruto debe estar sumiso dentro de su mundo natural, pero ninguno ha de vivir en silencio, que el silencio es la desolación, abandono y muerte.

Luego, con voz que retumbó por los ámbitos del espacio, uno de los dioses los llamó y les dijo:

-Ahora, según vuestra especie, debéis decir nuestros nombres para que sepáis quién os creo y quién os sostiene. Habladnos y acudiremos en vuestra ayuda. Así sea hecho.

Pero los tales no hablaron; sin saber qué hacer, se quedaron atónitos. Parecían mudos, como si en sus gargantas hubieran muerto las voces inteligentes. Sólo supieron gritar, según era propio de la clase a que pertenecían. Al ver esto, los dioses, dolidos, entre sí dijeron:

-Esto no está bien; será forzoso remediarlo, antes de que sea imposible hacer otra cosa.

Enseguida, y después de tomar consejo, se dirigieron de nuevo a las bestias, a los animales y a los pájaros, de esta manera:

-Por no haber sabido hablar conforme a lo ordenado, tendréis distinto modo de vivir y diversa comida. No viviréis ya en comunión plácida; cada cual huirá de su semejante, temeroso de su inquina y de su hambre, y buscará lugar que oculte su torpeza y su miedo. Así lo haréis. Sabed más: por no haber hablado ni tenido conciencia de quienes somos nosotros, ni dado muestras de entendimiento, vuestras carnes serán destazadas y comidas. Entre vosotros mismos os torturaréis y os comeréis los unos a los otros, sin repugnancia. Este y no otro será vuestro destino, porque así queremos por justicia que sea.

Al oír esto, aquellos irracionales se sintieron desdeñados y quisieron recobrar la prepotencia que habían tenido. Con esfuerzo ridículo ensayaron una posible manera de hablar.

En este ensayo también fueron torpes, pues solo gritos salieron de sus gargantas y de sus hocicos. Ni siquiera lograron entenderse entre sí; menos pudieron salir del compromiso en que se encontraban delante de los dioses. Entonces éstos los abandonaron a su suerte, entre la maleza y la inmundicia en que se debatían. Allí se quedaron resignados, soportando la sentencia que se dictó sobre ellos. Pronto serían perseguidos y sacrificados y sus carnes rotas, cocidas y devoradas por las gentes de mejor entendimiento que iban a nacer.

Ermilo Abreu Gómez

Continuará la próxima semana…

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