Navidad 2018

By on diciembre 20, 2018

Perspectiva

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«Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre…»

Lucas, 2:12

En unos días, muchas familias se reunirán para restaurar lazos afectivos a través de la convivencia que se da en la Nochebuena, la víspera de la Navidad, durante la celebración del Nacimiento, y posteriormente en el recalentado. Con ello, las carreras, el tráfico, los encargos, las posadas, los regalos, la comida y la bebida de esa noche, y una larga lista de etcéteras, hacen que aumente nuestro nivel de estrés, cuando en realidad deberíamos estar aprestándonos a dejar entrar nuevamente en nuestro corazón la paz que acompaña la conmemoración de una remembranza más del nacimiento del Hombre más grande que ha existido: Jesús de Nazareth.

¿Qué tal es la Navidad de ustedes y, acaso más importante aún, los días previos a ella?

Ojalá que en algún momento hayan dedicado un pensamiento compasivo y lleno de empatía hacia alguien que está pasando por alguna necesidad, fuera económica, sentimental o de cualquier otro tipo, y que eso se hubiera traducido en una acción que subsanara en algo esa necesidad.

Ojalá y los desaguisados y malos momentos familiares, que en todas existen, hayan quedado atrás y todos aprecien la fuerza y riqueza que existe en el interior de la familia, muchas veces siendo capaz de llevar a buen puerto la situación más difícil que enfrentemos.

Ojalá y algunos de ustedes hayan abierto su corazón y sus bolsillos a las necesidades de aquellos que menos tienen y que más necesitan, compartiendo algo de lo suyo con ellos. Por cierto, desde este párrafo vaya un sincero reconocimiento y abrazo al Master Ricardo Pat, a su familia, y a sus parientes no reconocidos (el reptiliano Carlos Vivas y el famoso director cinematográfico Isaías Spielberg Solís), así como a todos los que participaron en una nueva y exitosa edición de la jornada de ayuda a San Antonio Xluch, que celebró su vigésima cuarta ocasión, contando un nuevo éxito en su pizarra.

En el caso de nuestra familia paterna, el banderazo de salida de las festividades decembrinas era, en menor grado, las novenas de inicio de mes; para nosotros, el verdadero evento que nos hacía sentir que la Navidad estaba prácticamente sobre nosotros era el cumpleaños de nuestra amada Chichí, apenas tres días antes de la Nochebuena. En particular, mi padre se preocupaba hasta del detalle más nimio relativo al jolgorio relativo al onomástico de su progenitora, todo en aras de que la celebración –a la que asistía un shingo de gente, que por el inolvidable Germán Dehesa sabemos equivale a medio madral de gente– nunca defraudara a quien asistiera, es decir, que hubiera abundancia, de todo. Claro, su nivel de estrés y de tolerancia eran inversamente proporcionales en los días previos: mientras éste disminuía, aquél aumentaba, y no en pocas ocasiones hizo crisis –y chuza– con sus hermanas y hermanos, mis tíos, y con nosotros, su familia. Todo eso era transparente a los ojos de mi Chichí, quien pasaba muy a gusto ese día, recibiendo los parabienes y felicitaciones de todos los que la queremos, algo que continúa aun ahora que no la podemos ver.

En cuanto a nuestra familia materna, en realidad no teníamos mucho contacto con ellos en estas fechas. Acaso una fugaz visita para saludar a nuestra también muy amada abuelita Juanita, para llevarle comestibles, y ya. Ah, pero dio la casualidad de que ella se despidió de este terrenal mundo en el día siguiente al cumpleaños de mi Chichí, y que mi sobrino Luis vino a este mundo en la misma fecha, justamente un año después de que mi abuelita Juanita se trasladó a nuestros corazones –haciendo compañía a otros tantos– con lo cual ya resulta imposible festejar un evento sin recordar los otros, o al menos ese es mi caso. Siempre que considero lo anterior, una sonrisa se asoma a mis labios al pensar en la cara de mi abuelita, que debe estar muerta de risa con lo que sucedió. Para todo lo seria que era mi Chichí (aunque no siempre), mi abuelita Juanita se reía con alma y corazón, con frecuencia, de manera que era imposible no sentirse contagiado de esa alegría que casi siempre se asomaba a sus ojos.

Como podrán observar, conservo los mejores recuerdos de ellas y de esos días, que invariablemente se entrelazan con estos que ahora vivimos. Y cada año generamos nuevos recuerdos en los que ambas están, acompañándonos, así como ustedes y sus familias generarán los suyos, que sin duda serán igual de inolvidables.

Desde esta perspectiva, que el Amor que se prodigarán en familia alumbre sus días nublados y conflictivos, y que la Paz y Esperanza que acompañan el Nacimiento del Hijo de Dios siempre esté con ustedes.

¡Feliz Navidad a todos ustedes y sus familias!

¡Feliz cumpleaños, Chichí!

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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