Mitsu e Hiraku (XXVI)

By on diciembre 27, 2018

MITSU_26

XXVI

Los Shinobi-no-mono han desaparecido de la faz de la tierra. Sus milenarias proezas se pierden en los hilos de una historia, sin posibilidad de registrarlas para la posteridad por el secretismo que regía en sus clanes. Pese a ello valdría la pena preguntarse: ¿Siguen activos en las sombras estos guerreros?’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista

Chieko debió robar un auto para poner tierra de por medio, huyendo de los comandos enviados por la Compañía para asesinar a Kadashi. En la parte de atrás, Hiroshi hacía esfuerzos para mantenerse consciente, aunque estaba debilitado por la cantidad de sangre que había perdido desde que salieron corriendo de la haciendita a través de aquella sascabera oculta.

La cueva por la que escaparon los llevó muy cerca de una carretera donde, usando su belleza, logró detener un vehículo que se vio forzada a ‘requisar’. Tras aplicarle dos torniquetes a su ex novio, y taponear las demás heridas, la bella asiática lo acomodó en el carro para emprender la marcha hacia algún punto desconocido.

Usando el sombrero vaquero del propietario del coche (quien dormía noqueado a un costado de la carretera), y unos lentes oscuros, logró conducir sin dificultades hasta llegar a una zona cercana al puerto de Chelem.

Kadashi no había corrido con la misma suerte. Sangrando, trató de huir a bordo de su camioneta, pero las ráfagas de balas que eran disparadas desde el helicóptero lo hicieron perder el control y estrellarse contra una albarrada.

El vehículo se incendió de inmediato. Para cuando los mercenarios descendieron, el ninja estaba atrapado en el asiento y comenzando a arder. Usando extinguidores, lo apagaron y sacaron sin consideraciones de ninguna especie, amarrándolo, colocándole una capucha y subiéndolo a la aeronave, que de inmediato se elevó para desaparecer por el horizonte.

Cooper, el encargado de aquella misión, constató que su prisionero estuviera totalmente inutilizado y regresó a la parte delantera para dar una última instrucción a los pilotos, antes de tomar su lugar y encender uno de sus puros.

Wyatt lo observó y dejó que su jefe diera la primera calada antes de preguntar: <<¿Qué pasará con el otro japonés que logró escapar con la chica?>>

Cooper exhaló el humo, pegando de lleno en el rostro de su subordinado. Señalando la parte trasera donde estaba encadenado Kadashi, dijo: <<Nuestra misión era capturar vivo o muerto a este; del otro ya se encargará la Compañía en el futuro. Una cosa es segura: algo importante tiene designado para este bastardo, que ha sufrido heridas terribles y sin embargo no ha emitido un solo gemido hasta ahora. ¿Sabes lo que eso significa, Wyatt?>>

<<¿Que es un valiente?>>

<<No, que ha dejado de ser atractivo para siempre.>>

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Hiso despertó. No reconoció el sitio en el que se encontraba. Recordaba aquella sascabera en la que encontró a Chieko meditando y que, cuando estaba a punto de cercenarle la cabeza, una especie de luminosidad irrumpió de repente desde el fondo, y de ella surgió aquella guerrera que le lanzó un polvo en el rostro que no alcanzó a evitar del todo.  ¿Dijo llamarse Mitsu? ¿La misma Mitsu que su amo idolatraba? ¿La Mitsu por cuyos secretos Kadashi había derramado tanta sangre? ¿La Mitsu cuyas cenizas portaba en su espalda? ¿La Mitsu que se suponía estaba muerta desde hace centenares de años? ¿Cómo era eso posible? ¿Acaso se estaba volviendo loca?

Como fuera, aquel polvo la hizo perder el conocimiento, con la angustia de saber que al hacerlo seguramente sería asesinada por aquella Shinobi que se movió como un relámpago impidiendo que ella, que era una guerrera respetable, pudiera hacer nada para impedirlo. Se sentía tan avergonzada por fallarle a su maestro… Kadashi… ¿Qué había sido de él? ¿Dónde estaba su maestro?

Todas esas dudas se agolpaban en su mente mientras sus ojos trataban de ubicar en la oscuridad donde se encontraba. ¿Acaso aquella guerrera la había hecho su prisionera? No estaba segura, además el olor lastimaba su nariz, ya que era terriblemente penetrante; era parecido al olor a muerte que tanto saboreaba Kadashi, el aroma que quedaba tras concluir una batalla… Si así era significaba que estaba en un matadero, si no estaba muerta aún, seguramente lo estaría muy pronto…

De pronto, escuchó con claridad que una puerta era aporreada con fuerza. El estruendo le permitió enfocar la vista y descubrir que estaba en una especie de calabozo enorme donde había pedazos de cuerpos por todos lados, la mayoría de ellos podridos, cubiertos de guano y todo tipo de insectos. Había otros humanos encadenados, algunos colgando de grilletes, sin brazos, piernas o cabezas… La sangre coagulada impedía que pudiera acomodar el pie y adquirir una mejor postura.

Un rugido la hizo palidecer. Frente a ella estaba la manifestación más espantosa que había visto: un enorme demonio de más de dos metros de alto, con un cuerpo exageradamente musculoso, unos cuernos enormes, garras afiladas y pezuñas en lugar de pies; su cola se enroscaba en ambas piernas, como espantando a las moscas, larvas y demás bichos voladores. Sus ojos se posaron en el desproporcionado pene del ser, que lo acariciaba con ambas manos mientras la observaba, divertido. Sus ojos eran simplemente negros. Su boca era enorme y, cuando la abría, sus colmillos sobresalían de manera grotesca; lo más perturbador era su lengua, que parecía a la de una serpiente, pero mucho más larga y grande.

Hiso estaba horrorizada ante aquella dantesca aparición. Escuchó en su mente que se dirigía a ella: aquel demonio era al que Kadashi había vendido su alma. Cuando estaba a punto de ser eliminada por Mitsu, decidió intervenir para evitarlo, trayéndola a aquel siniestro sitio. Kadashi la había ofrecido como ofrenda durante su último encuentro en Gran Bretaña, otorgándole el poder para abducirla a sus dominios. Se enteró por el demonio de que Kadashi había sido atrapado por la Compañía y que esta tenía un plan perfecto para seguirlo utilizando en el futuro de alguna manera.

Hiso emitió un escalofriante grito al escuchar la sentencia final de aquel ente: <<Lo que pasará con Kadashi solamente lo saben los líderes de la élite. En cuanto a ti, querida japonesa ramera, no tienes escapatoria. Serás mi esclava sexual y vivirás lo que tengas que vivir soportando mi eterna libido; te alimentarás de carne humana o, si lo prefieres, morir de inanición… Aquí el concepto de muerte es taaaaan relativo, que te aseguro me divertirás por muchísimos años a partir de ahora…>>

Continuará…

RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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