Mitsu e Hiraku (VII)

By on agosto 9, 2018

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‘Durante cientos de años los Shinobi-no-mono permanecieron ocultos en las montañas. Nunca Shogun alguno pudo penetrar su estructura. Lo que nadie sabe es que durante ese lapso de tiempo extendieron su presencia en toda Asía y varias partes de la tierra’ – AYUMI KOIZUMI, Cronista

Chieko no lograba entender cómo todo se había salido de control. Tardó mucho en aceptar los hechos que como un alud aplastaban todas las ilusiones depositadas en aquel libro que ni siquiera había terminado de escribir.

Sumire fue sumamente paciente con su amiga, a quien había aprendido a querer con total sinceridad. Le explicó que también sufría por el derrumbamiento de aquel proyecto, quizá el más grande que jamás tendrían en la vida, pero que precisamente nada era más importante que esta, y para conservarla debían seguir las instrucciones de Hiroshi.

Ese era otro punto que carcomía el interior de la guapa escritora. Si en verdad aquel hombre no era su exnovio Hiroshi sino Hibiki Matsumoto, descendiente del fundador del clan de los Shinobi-no-mono entonces quería decir que toda su relación fue falsa, que aquel individuo simplemente realizó un trabajo de acercamiento para poder protegerla del peligro que muy posiblemente ya enfrentaban. Esa verdad le rompía el corazón. Ella realmente había sido víctima de la pasión con él, sin duda el mejor amante que había tenido jamás. ¿Pero lo había amado? ¿La atracción fue meramente carnal? ¿Por eso justificaba su falta de modales? ¿Por eso aceptaba sus maneras toscas y poco educadas? ¿Fue una esclava sexual de aquel personaje?

Se sentía terrible con las sensaciones que nublaban su conciencia, sentía vergüenza, culpabilidad, se responsabilizaba por haber admitido a aquel espía en su vida. También sentía miedo, porque compartió su cama y sentimientos con un asesino. Ahora tendría que verlo cara a cara, pues Sumire le dijo que esa noche se reuniría con ellas para evaluar la situación. ¿Qué carajo se suponía que le diría: “Gracias por engañarme, estúpido; gracias por mentir para salvar mi vida”? ¿Quién diablos eres tú? ¿Me amaste alguna vez? ¿Tu rudeza fue fingida? ¿Cómo eres en realidad? ¿Quién eres en realidad? ¿Por qué eres tan hermoso?

Ambas cayeron rendidas y durmieron varias horas, tratando de encontrar en sus respectivos sueños un punto común de seguridad, algún tipo de refugio que les permitiera encontrar la anhelada paz.

Chieko tuvo un sueño tan vívido que debió ahogar los gritos que amenazaban salir de su pecho.

Se vio en medio del mar de árboles ubicado al noreste del monte Fuji, donde frente a frente se encontró con Hiroshi. <<Soy Hibiki Matsumoto>> le decía el Shinobi-no-mono, mientras a lo lejos decenas de samuráis corrían en dirección a ellos.

<<Perdóname todo aquello que te cause dolor. Mi misión de vida es protegerte; por eso entré en tu vida, por eso entré en ti>> decía aquel bello hombre que no se percataba del peligro inminente que se acercaba rápidamente a sus espaldas. Aunque quizá no le importaba, pues de pronto mucha sangre comenzó a escurrir de cada parte de su cuerpo. El rostro de Hibiki comenzó a transformarse hasta adquirir la forma de un cadáver momificado… Esto no pareció importar a los samuráis, que comenzaron a despedazarlo con sus katanas, salpicando con su sangre aquel paisaje verde.

Incapaz de soportar aquel grotesco espectáculo, Chieko cerró los ojos, pero el sonido de las espadas cercenando aquel despojo le pareció aún más horrible, por lo que los abrió de nuevo para percatarse de que ahora estaba en la región montañosa de la parte oriental del río Yamashiro, en Kioto.

Era de tarde y muchas nubes dibujaban extraños diseños en sus formas, muchas de las cuales le parecieron chocantes. A lo lejos, en la parte baja de la zona, un ejército de samuráis ascendía a duras penas, respaldado por un grueso grupo de lanceros y arqueros que iban ganando posiciones. Chieko sintió el impulso de esconderse, pero no fue necesario porque detrás de ella aparecieron decenas de guerreros Shinobi-no-mono que se fueron colocando en sitios estratégicos. Dos de ellos se acercaron a auxiliarla y ponerla a resguardo, cosa que hicieron sin emitir palabra alguna; era como si los tres supieran exactamente lo que debían hacer.

Detrás de una formación rocosa, Chieko podía observar con mayor detalle aquella confrontación con relativa seguridad. Su sorpresa fue mayúscula cuando en medio de todos surgieron los líderes. Era una pareja, un hombre y una mujer.

Avanzaron hacia el frente, a pocos metros de donde ella se ocultaba. Ambos tenían el rostro cubierto, pero no fue necesario esforzar demasiado al cerebro para entender que aquellos eran Mitsu e Hiraku, encabezando la estrategia para repeler al invasor.

Finalmente, una guerrera rompió el silencio dirigiéndole unas palabras a la extraña testigo:

<<Son Mitsu e Hiraku, nuestros líderes. Ellos no solo impedirán que nuestros enemigos se acerquen a nuestros hogares, sino que lo harán de una manera que hará dudar sus generales de persistir en sus ambiciones militares.>>

<<¿Quién eres?>> preguntó intrigada Chieko.

<<Soy tu inconsciente, adoptando esta forma para hacerte llegar de manera más sencilla lo que debes saber>> le respondió el Shinobi en un tono travieso, antes de adquirir una expresión más seria para advertir. <<Los acontecimientos que tendrán lugar aquí, en este momento, delante de tus ojos, serán los que desencadenarán los eventos que te afectarán en el futuro. Las muertes que se avecinan ahora serán las que te perseguirán a través de los siglos convirtiéndote en la última descendiente del clan Matsumoto, a quien deberá llegarle la venganza…>>

<<¿A qué venganza te refieres?>>

Los gritos de dolor provenientes del frente hicieron voltear a Chieko. Eran los invasores: comenzaron a morir, alcanzados por la lluvia de flechas que surgían de todas partes. Los Shinobi-no-mono eran maestros del camuflaje y surgieron dentro de las filas rivales, propiciando un baño de sangre que bañó las piedras de rojo.

Tomados totalmente por sorpresa, los samuráis caían como trigo ante la hoz, el factor sorpresa, la efectividad de aquellas extrañas armas, y la rapidez con la que aquellos guerreros se movían ocasionaron bajas masivas.

A lo lejos, protegidos por el grueso de sus tropas, los generales Kaori Inoue, Jiro Hayashi, Suzu Fukuda y Minoru Maeda comenzaron a retirarse, convencidos después de pagar un alto precio de que aquella era una empresa demasiado complicada. Quizá pensaban que podrían regresar pronto, con el triple de soldados… Pero eso no ocurriría jamás, porque de todas partes del bosque comenzaron a surgir hordas de guerreros vestidos de negro. Eran todos los integrantes del clan Matsumoto, que tras tres décadas integraba a más de 3 mil personas.

Cada hombre, mujer y niño combatió aquella tarde, logrando así superar en número y rabia a los enemigos que opusieron valiente resistencia, aunque finalmente esta fue estéril.

Más que una batalla, aquella fue una auténtica masacre. No quedó ni un solo invasor vivo. Las cabezas de los cuatro generales fueron colocadas en picas y colocadas exactamente donde los Shinobi consideraban empezaba su área de dominio. Aquella macabra advertencia fue eficaz, pues nunca más hubo otro ataque en aquella zona.

Sin embargo, Chieko tuvo bastante claro que los descendientes de aquellos cuatro mártires eran quienes ahora la buscaban a ella, para vengar aquella afrenta al honor de cada una de las familias.

<<¡Mierda!>> gritó a todo pulmón, despertando a Sumire, quien roncaba apenas a su lado.

<<¿Qué pasó? ¿Tuviste una pesadilla Chieko?>>

<<¡Joder! Sumire, creo que ya entiendo qué es lo que está pasando.>>

Continuará…

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RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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