Mitsu e Hiraku (III)

By on julio 13, 2018

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III

“La reputación de los Shinobi-no-mono se forjó a través de las centurias. Algunas crónicas describían asesinatos que en teoría eran imposibles de lograr. Sin embargo, si relatos suyos hubieran visto la luz, su leyenda hubiera sido imborrable.”   

AYUMI KOIZUMI, Cronista

Chieko Fujimoto generalmente realizaba su trabajo de bibliotecas de diversas universidades de Tokio, como la de Seikei, la de Akita y la de Toshima-ku. Irónicamente, fue en la biblioteca japonesa de Barcelona –creada en 1992– donde, entre sus 16 mil tomos, encontró un pergamino que databa de cinco siglos atrás. Incluía dos relatos de Shinobi-no-mono, y uno de ellos encajaba con lo narrado por su madre en aquel archivo USB.

También viajó a Kanagawa, para entrevistar a Jinichi Kawakami, considerado el último shinobi de la historia, para aprender detalles importantes que le permitieran tener un trasfondo más acertado para el desarrollo de su novela. El maestro la recibió en su hogar y fue generoso en la transmisión del conocimiento sobre estos ancestrales guerreros.

Chieko quedó impresionada con la honestidad del sensei, que reconoció que las técnicas y enseñanzas que morirán con él ya no aplican en la era moderna. ‘Mi sabiduría morirá cuando yo fallezca’ –dijo con enorme aplomo el anciano, que además compartió con ella puntos clave en la personalidad de los shinobi. ‘No puedes separarlos de las artes marciales, pero pertenecer a ellos iba mucho más allá de las artes marciales. Hay un dicho que asegura que para escapar de la muerte hay que colgarse de las pestañas del enemigo: estás tan cerca que en realidad no te puede ver.’

En aquella visita, la hermosa nipona supo algo sumamente importante: los shinobi se dividían en cuatro grupos, los guerreros, los campesinos, los artesanos y los comerciantes.

También realizó una escala en uno de los 23 barrios especiales de Tokio, nada menos que Minato, donde se reunió con la estrella de cine Sho Kosugi, quien en los ochentas interpretó a guerreros shinobi en diversas películas de serie B. El caballero fue sumamente amable, permitiéndome disfrutar de su colección de armas y objetos de aquella cultura ancestral. Le impresionó que aquel hombre que protagonizó ‘Enter the Ninja’, ‘Revenge of the Ninja’, ‘Ninja III: The Domination’, tuviera un conocimiento tan amplio de aquellos letales instrumentos de muerte.

En aquel museo personal, Kosugi, que ahora tiene 70 años de edad, le explicó la eficacia del Mitsubishi, el polvo que usaban para cegar a sus rivales para, de inmediato, asestar el golpe letal, generalmente con la shinobiganata, el sable letal de los milenarios espías; aprendió del Manriki-gusari, que unía dos pesas atadas a una larga cadena que se lanzaba, azotaba o se usaba para estrangular; se impresionó con aquella guadaña en miniatura llamada Kama, que los shinobi ocultaban muy bien en sus ropas; se emocionó cuando le enseñaron el Neko Te, aquel guante de hierro con garras afiladas que, con veneno o sin veneno, ocasionaba heridas brutales a sus enemigos, siendo un arma netamente femenina. <<¡Mi tatarabuela utilizó esta arma seguramente!”>> expresó, visiblemente contenta, despertando una sonrisa en el veterano actor.

Chieko pensó en cuántas mujeres de hoy pagarían lo que fuera por tener un Kakute, un anillo con púas, ideal para perforar y desgarrar la piel la piel, dejando a la víctima sangrando hasta la muerte… Uuuum, ¡cuántos novios merecerían un final así, y mejor si se añadiera veneno a los picos!

Aprendió que el Kusarigama es una fusión de la kama con el manriki-gusari, efectivo y letal de diversas formas; los Shuriken eran parte fundamental de estos guerreros, las letales estrellas eran silenciosas, precisas y mortales.

El señor Kosugi rio a carcajadas cuando la bella escritora reconoció el Kunai, ese cuchillo fácil de ocultar y perfecto para lanzar, porque era el que utilizaba Naruto, su personaje favorito de anime.

Pero, sin duda, su favorita resultó ser la Fukiya, una cerbatana que podía camuflarse como una flauta.

El señor Kosugi la despidió, obsequiándole una copia de la última película donde había participado, titulada ‘Ninja Assasin’, donde interpretaba al tiránico maestro que enfrentaba al final al protagonista principal.

Una semana después, la intrépida chica ya se encontraba ultimando los detalles finales de su viaje a Shikoku, para comenzar a redactar en la cabaña de su adorada Sumire, una leal y cariñosa amiga que en su modalidad de agente era una tirana. Empacó relativamente poca ropa, algunos bikinis para aprovechar las playas, ropa informal porque pensaba pasar la mayor parte del tiempo escribiendo el primer borrador del libro, y también tres mudas de ropa linda, por si le apetecía salir algunas noches. Además, si necesitaba algo más, sus tarjetas gozaban de una amplísima línea de crédito.

A principios de junio llegó al Aeropuerto de Matsuyama, de donde abordó un ferri para llegar a la isla Shikoku, una de las 4 más importantes que forman Japón. La cabaña de su socia estaba en una lujosa unidad habitacional muy cercana a las aguas del mar Interior de Seto, el lugar ideal para comenzar a plasmar aquel libro que prometía tantas satisfacciones.

—-

El asesinato del Shogun Uki Ashikaga generó una intensa misión de búsqueda y captura del sicario. El disparo de aquella flecha fue realizado de una distancia imposible porque nadie fue capaz de ubicar su procedencia; eso solamente podía ocurrir si la saeta mortal partía de un sitio demasiado alejado del blanco, en este caso del líder Kyoto. Aquel dardo había penetrado por el ojo izquierdo del mandatario y tocado el cerebro, provocando una muerte casi instantánea, además de estar envenenado.

Como nadie vio jamás al verdugo, todos concluyeron que fue un hombre, o quizá un grupo de ellos, pero jamás nadie relacionó el atentado con las apariciones de aquella misteriosa sirena que, por cierto, jamás se volvió a aparecer. Por eso nadie sospechó jamás de aquella pareja de jóvenes esposos que, montados en dóciles caballos, regresaba a Tokio tras parir a su primera hija. En las distintas revisiones que les hicieron a lo largo de su ruta de retorno, la dama procuraba darle pecho a la beba, por lo que los samuráis prácticamente ni se fijaban en ellos, dejándolos continuar.

Con el paso del tiempo, las sucesiones políticas se realizaron de común acuerdo con los principales líderes de las zonas, impidiendo una confrontación caótica. Jamás encontraron al asesino del Shogun.

Nadie supo jamás que, desde que fueron informados que ellos serían los encargados de aquella misión imposible, Hiraku y Mitsu planificaron hasta el último detalle de su plan maestro. Tratar de llegar a aquel importante objetivo a su castillo era una locura, ya que la cantidad y calidad de soldados que resguardaban su seguridad era impenetrable. Ambos coincidieron que si encontraban la manera de hacerlo salir del castillo podían ultimarlo. Lo genial fue aprovechar aquel fervor que el pueblo nipón manifestaba a todo tipo de leyendas sobrenaturales, esa curiosidad tan arraigada que provocaría algún suceso increíble que surgiera de pronto en la zona en cuestión.

En los siguientes meses, cada uno se entrenó de diferente manera. Mitsu perfeccionó su talento natural para nadar y bucear, prolongando su suministro de oxígeno lo suficiente para alejarse bajo del agua a zona segura para poder emerger. Por su parte, Hiraku intensificó la práctica del tiro con arco, logrando lanzar saetas mortales a poco más de 600 metros de distancia con un arma traída expresamente de Corea. La disciplina de ambos fue tan efectiva que lograron resultados impresionantes en tiempo récord.

Las semanas finales las pasaron ensayando el rol de pareja embarazada, para lo cual a Mitsu le fue perfeccionado un vientre falso lo suficientemente creíble para ocultar bajo la ropa. No podían correr el riesgo de confundir sus nuevos nombres, debían meterse del todo en su papel de esposo y esposa, actuarlo a la perfección en terreno enemigo. Sus contactos le ofrecieron refugio en Kioto, donde otra miembro del clan culminaría su parto, oculta para cederle a Mitsu el bebé que los acompañaría en el retorno. Para ello, llevaron consigo suficiente leche materna que le hacían llegar al recién nacido por una especie de mamila de piel de buey pegada al pecho de la shinobi.

Además, se debió confeccionar el traje que ella usaría cuando apareciera como sirena en el lago Biwa, el cual debía ser lo suficientemente resistente para no perderse en el agua, y ligero para impresionar a los espectadores.

Pocos días antes del regicidio, inspeccionaron la zona para elegir los puntos estratégicos: uno para que ella se sumergiera, nadara y apareciera cerca de la orilla para lanzar su mensaje y retornar; el otro para que Hiraku se ocultara lejos de la vista de todos, pero lo suficientemente cerca para alcanzar a su víctima.

La primera parte fue realizada por Mitsu, al interpretar a la sirena. Hiraku no pudo más que admirar el valor de aquella chica que, nadando con tal soltura, pasaría por anfibia sin necesidad del disfraz. Su actuación fue sublime, impactando a los lugareños que, sorprendidos, vieron y escucharon con claridad a aquel ser mitológico.

24 horas después, fue Hiraku quien ocupó su puesto: a 622 metros de su blanco. Mitsu resguardaba el área, perfectamente mimetizada con el escenario del bosque. A lo lejos, ambos divisaron la llegada del Shogun con su enorme comitiva, sobresaliendo su brillosa escolta, pues sus samuráis utilizaban armaduras donde predominaba el dorado.

Hiraku dirigió una última mirada a Mitsu antes de concentrase en Uki Ashikaga. Tensó el arco como lo había hecho centenares de veces en sus prácticas. Se concentró y, tras esperar breves segundos, dejó escapar aquella flecha necesariamente mortal.

Continuará…

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RICARDO PAT

riczeppelin@gmail.com

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