Las Cantinas de Mérida (VII)

By on septiembre 17, 2017

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LAS CANTINAS DE MÉRIDA

(VII)

LA CERVEZA Y LA LEY

Dentro de este trabajo haré algunos paréntesis. No me referiré estrictamente a las cantinas, sino a sus hermanos menores que son los Salones Cerveza (o “de cerveza”, que es como debe decirse). Todo el mundo sabe que en estos establecimientos están proscritos los rones, los whiskies, los brandies, los coñaques, los tequilas, los xtabentunes, los vodkas, los mezcales, los vinos y demás bebidas de las llamadas “espirituosas”.

Únicamente puede venderse cerveza, cuyo contenido alcohólico es variable aunque – al menos según la legislación mexicana – no debe exceder de seis grados Gay Lussac, aunque en Inglaterra existe un tipo de cerveza llamado Stork Ale que tiene ocho.

Algunos tipos de cerveza son la Bock –no se refiere el nombre al continente, o tarro, sino al contenido–, Lager, Pilsen, y Porter and Stout. Las dos primeras son alemanas, la tercera de Bohemia y las otras inglesas. Las demás que se fabrican en el mundo son imitaciones de aquellas y claramente pueden leerse en sus marcas de fábrica indicaciones como “tipo Pilsen”, “tipo Lager”, etc.

Las cervezas negras contienen un mayor contenido de azúcar que las claras, pero los yucatecos, como somos muy listos –para muchas cosas inútiles, por cierto–, hemos inventado una mezcla de cerveza negra y clara que llamamos “campechana”. De aquí al Premio Nobel no hay más que un paso.

CERVEZA POR KILOS

Dicen los entendidos que 11 kilos de cerveza con 802 grados equivalen a una arroba. Y una arroba de cerveza costaba en la Nueva España seis reales de plata. Esto sucedía en el año de 1554, según curioso documento que se conserva en el Archivo General de la Nación, en el cual el virrey don Antonio de Mendoza concede a un tal Alonso de Herrera permiso para fabricarla y venderla “en esta Nueva España y en las Indias e Islas y Tierra Firme del Mar Océano”, convirtiéndolo así en el primer concesionario cervecero del Nuevo Mundo. Esta concesión le fue confirmada en el año que acabo de citar por el virrey don Luis de Velasco, sucesor de Mendoza. (*)

No deja de llamar la atención que la tasa de venta se hiciera por peso y no por volumen. Arrobas en vez de litros, pintas o almudes. Si algún guasón acudiera hoy a cualquier taberna a comprar un kilo de cerveza, el tabernero se vería en apuros. Pero tal parece que en el Siglo XVI tal cosa era común.

Esto me recuerda algo sucedido hace ya muchos años, cuando las “largas” de cerveza yucateca de barril subieron de un peso a un peso con veinte centavos. Un parroquiano, que no estaba de acuerdo con el aumento, le dijo al encargado del negocio:

– ¡Déme un peso de cerveza!

Se le explicó que las “largas” ya costaban uno veinte. No entendió razones e insistió en que le vendieran “un peso de cerveza”. El parroquiano se salió con la suya pues el encargado tomó un vaso de “larga”, se la llenó con dos quintas partes del líquido, y le cobró su peso.

Pero volviendo a los tiempos de que hablaba, los parroquianos pedirían entonces un octavo, un cuarto, o un quinto de arroba de cerveza, y se supone que el líquido era pesado, despachado y cobrado después en reales de plata.

Lo importante es que de cualquier modo en que se expendiera, es innegable que la cerveza era ya bebida popular en lo que ahora es México desde el año 1554, o sea, a poco menos de cincuenta años de la llegada de Colón a América.

Es una bebida de larga tradición entre nosotros, según podemos desprender de los curiosos datos mencionados. Se deduce entonces que al lado de la encomienda, la cruz, la imprenta, el fraile, el latigazo, la sífilis y la fabada asturiana, vino también con los españoles la cerveza. ¡Qué bueno!

(*) El documento referido se encuentra en el Archivo General de la Nación y fue reproducido en el Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en su número 448 del 1o. de octubre de1970.

[Concluirá la próxima semana…]

ALBERTO CERVERA ESPEJO

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