La Puerta (III)

By on noviembre 17, 2017

PUERTA_III

III 

Asesinato en la concatedral de Santa María la Mayor

El país: Periódico Global.

Mérida, España, Sábado 3 de noviembre de 2018.

«Extraña puerta de 12 metros de alto y 4 de ancho aparece misteriosamente a las puertas de la concatedral de Santa María la Mayor. Junto a la puerta fueron encontrados también el cadáver de una mujer de unos 45 años de edad, brutalmente asesinada, y el sospechoso del asesinato, un varón de aproximadamente 50 años, quien yacía junto a ella y actualmente se encuentra en estado de coma; el hombre es un reconocido doctor en Física, pareja sentimental de la occisa. Se sospecha que la mujer pereció como consecuencia de una especie de ritual pagano, por las marcas siniestras y atroces que presenta su cuerpo y las mutilaciones en la piel.”

A tres meses de la aparición de la siniestra puerta en la capital de la península de Yucatán, tras los intentos fallidos para su destrucción y apertura, mucha intriga y controversia azotaba al mundo entero. El tema inquietó a más de un investigador, científico y curioso de este. El físico Fadrique Carballal no fue una excepción. A un año de la terrible y misteriosa desaparición de León, su único hijo, retomó aquella investigación que le valió su grado de “Master”, aquel brillante trabajo sobre el “Sincrotrón”. Buscaba establecer una relación entre su pérdida y la aparición de este increíble evento.

El dolor llevó al extremo a Fadrique, diseñando entonces un simulador de un acelerador de partículas, convirtiendo en un centro de investigación el cuarto de su difunto hijo, impregnando con apuntes, diagramas y ecuaciones el lugar. Se pasaba las horas, los días enteros, buscando explicaciones y un motivo para despertarse día con día. La aparición de la puerta perturbó más a Fadrique: le dio una nueva esperanza, el combustible y el nitro necesario para seguir, pero lo envolvió por completo en una enfermiza obsesión. Eso hizo que Lirio, su esposa, lo abandonara y lo hundiera más en su pena, en su investigación y en su dolor. En el fondo, esperaba que aquella misteriosa puerta fuera una entrada que pudiese conducir al paradero de su amado primogénito.

La noche del viernes, como todas las anteriores, Fadrique experimentaba con su Sincrotrón. Buscaba la combinación perfecta, la energía suficiente para simular una explosión que pudiese abrir una puerta, un umbral que conectara nuestro mundo con lo desconocido. La pantalla del ordenador mostraba diferentes combinaciones numéricas, el ventilador de su procesador giraba a tal velocidad, que parecía que en cualquier momento el equipo iba a explotar. El físico no se detuvo.

-Estoy tan cerca, solo unas combinaciones más- masculló Fadrique, con la mirada fija en el computador, sin parpadear y con la respiración agitada, mientras una gota de sudor le escurría por la frente.

Los segundos se hicieron minutos, y éstos se convirtieron en horas.

De pronto, la espera terminó. Al cesar el ruido, una calma y silencio sepulcral invadió el lugar. Los ojos del físico, perdidos en su pantalla, se dilataron: la combinación que tanto esperaba por fin apareció.

No hubo palabras, tan solo un golpe emocional que lo puso en un trance siniestro.

Se levantó y abandonó la oscura habitación, caminando con la mirada perdida. Cruzó la casa hasta el pórtico principal, tomó las llaves de su auto y comenzó un trayecto errante.

Condujo por las calles empedradas y solitarias, mientras la oscuridad de la noche, en complicidad con la profunda niebla, difuminaba la luz de los faros del vehículo que galopaba firmemente. La ausencia de ruidos permitía escuchar el concierto encabezado por la respiración agitada, el tic tac del reloj y los latidos de su corazón, que se aceleraba más y más.

Fadrique manejaba fuera de sí, como si su cuerpo y mente estuvieran en desacuerdo, distanciados. Tan solo el instinto permitía que avanzara y encontrara un destino, que indiscutiblemente conocía muy bien: se trataba del departamento de soltera de su amada Lirio, lugar donde moraba a partir de su separación.

Fadrique tocó a la puerta por largo rato hasta que, por fin, sorprendida por la inesperada visita, Lirio le atendió.

-Pero, Fadrique ¿qué andáis haciendo acá a estas horas de la madrugada?

Fadrique permanecía yerto, con la mirada dispersa, un tanto siniestra y perturbadora. Lirio se percató de ello.

Al no recibir respuesta de su parte, la bella y madura dama abrió la puerta,

-Joder, tío, ¿qué ocurre contigo? – explotó con cierto temor, ante la postura inmutable de aquel hombre con quien hasta hace unos ayeres compartía su vida.

Fadrique reaccionó como si dentro de su cerebro se hubiera detonado una fortísima descarga eléctrica. Las voces en su cabeza comenzaron a taladrarle el pensamiento.

No hubo palabras de su parte, tan sólo un brutal golpe que salió de su puño derecho, el cual encontró su destino en el rostro de su amada. Mientras escuchaba el crujido de la nariz y labios, producto del impacto, el cual hizo que comenzara a desplomarse, Fadrique estiró la mano, evitando que el cuerpo de Lirio alcanzara el suelo. La tomó por el cuello y, sin expresión alguna, apretó.

La fuerza de sus brazos era descomunal. En los ojos del físico algo había cambiado: sus facciones no eran las de aquel hombre, aquel padre amoroso y marido ejemplar de un corto tiempo atrás.

– ¿Por qué me haces esto, Fadrique?-  fueron las últimas palabras de Lirio. Con el crujir del cuello, la sangre brotó por las comisuras de su boca a borbotones, y con ella, su último aliento de vida.

Tomó el cuerpo sobre sus hombros y emprendió un nuevo peregrinar, sin expresión alguna, sin palabras que decir.

La noche fue su único testigo.

Con el cuerpo inerte, recorrió las calles solitarias, caminando sin destino aparente. La oscuridad fue su cómplice, y desapareció con ella.

Un par de horas después, Fadrique llegó a su destino, soltó el cuerpo de su amada, y entonces percibió un estruendoso ruido.

Una luz con intensidad cegadora fue el preludio para una descarga de energía que impactó el lugar.

Una puerta emergió del suelo.

Eran las tres de la mañana…

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Continuará…

Alpaso

yahves@gmail.com

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