La Crisis que vivimos

By on febrero 1, 2018

Editorial

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México entero se encuentra en la vorágine de las campañas políticas pluripartidistas en las que las palabras se vertebran en textos y voces con la pretensión de convencer a los votantes, las familias, la sociedad toda, de que lo que cada grupo publica o enaltece es la verdad única, incuestionable e indiscutible.

Frases, expresiones, agresivas imágenes, juegos de textos e ideas publicitadas llevan implícito el mismo mensaje: “Lo que nosotros decimos es la verdad. Somos el mejor camino, nuestros propósitos, ideas y acciones traerán el bienestar con que soñamos.”

El ciudadano, ante ese mar de ofertas, vacila en la reflexiva decisión con la que entregará su voto, a aquel partido o candidato que lo convenza o incline su decisión en su favor, como fruto de las costosas campañas en curso que, como es del dominio público, no pueden justificar plenamente un origen financiero legal a plenitud, y mucho menos los propósitos estratégicos partidistas para hacerse de los votos mayoritarios y el poder que ellos conllevan.

Nos dicen que somos un gran país, que el futuro de logros y éxitos se encuentra a nuestro alcance, que estamos en el ‘ya casi’. Incluso existe un candidato en el contexto político que tiene la certeza de que llegaremos a ser una potencia mundial.

Se ofrece al votante potencial un universo de proyectos, de ideas de excelencia. Son momentos para recordar campañas anteriores en que nos ofrecieron el “AHORA SÍ”, siendo estos los momentos en que la distancia entre las ofertas y la realidad se ha hecho mayor.

De ahí que haya resurgido el fenómeno de la compra-venta de votos, los programas asistenciales de los gobiernos que abren las oportunidades de obtener despensas, donaciones en especie o servicios proporcionados por instituciones creadas ex profeso para atender requerimientos o necesidades de discapacitados, adultos mayores, niños en situación de calle, etc.

Si nos preguntáramos el porqué de estas actitudes y actuaciones teatrales, tendríamos que admitir que por muchas decenas de años de variopintos gobiernos lo único que ha venido creciendo es la población que, en tendencia indetenible, continuará en una evolución negativa.

El crecimiento poblacional está en esta ruta contraria a la atención de satisfactores humanos. Los índices de pobreza, marginación, enfermedades, violencia prenden luces de alerta en este campo político competido en extremo.

La paciencia popular está, al parecer, en un límite de ruptura.

Es deseable que en la vorágine de las campañas se piense así y se conmine a los contendientes a fijar su atención en la realidad preocupante de una crisis que está carcomiendo desde hace muchos años nuestra convivencia social.

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