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- Nelson Camacho
- José Ruiz Elcoro
- Siempre la sonrisa de Lucy
- Félix Guerrero, Batuta de Oro
- Jesús Gómez Cairo (+)
- Kiko Mendive
- Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba
- La revolución que quiso ser – IX
- Luna, Boleros y Son – II
- Luna, Boleros y Son
- Elena Burke, La Dama del Feeling
- La revolución que quiso ser – VII
La Colección V
La Colección
V
Tepezcuintle
(Agouti paca)
Descubridor de secretos de la noche, caminas sediento de frutos que retiene la tierra.
Escarbas para aprovechar el tiempo vegetal de los fósiles, ¿qué detiene la silente quietud de las estrellas?
Atraviesas los caminos hasta el agua que espera recoger el aroma de tus huellas.
Noble catador de frutos y raíces, artesanal silueta bebiendo oscuridad. Por la tradición certera en que se proclamó la vida, descuidas el destino de permanecer nocturno en las praderas; preñando a tus hembras bajo la complicidad del agua, ahuyentando los aromas de la violencia de tus depredadores.
Con tus dientes largos raspas las cortezas para marcar el territorio de tu angustia y escapar hacia la vida de la noche.
Cereque
(Dasyprocta punctata)
En el espejo de la noche construyes el servicial empleo de acompañar la caricia de sol sobre las piedras.
Restregando la luz contra el tronco de los árboles, recoges frutos destinados a compartir la madriguera de los nichos que traslapas con el tepezcuintle.
El pelaje grisáceo esconde la sombra de mártir que camina en tu lengua, royendo las raíces hasta arrancarles la vida.
Te guardas al caer la última gota lumínica, esperando que tu enemigo, complementario, venga a recoger las sobras, y completar el ciclo:
Cuando el cereque duerme,
el tepezcuintle fluye
en el destino de atrapar la oscura por los dientes.
Foca monje
(Monachus tropicalis)
Se consumió la sal.
Derrotado, el océano se tragó tu historia.
Se han colgado en la memoria los silencios de angustia:
naufragar, con los milagros, la existencia.
El devenir del tiempo consume traumas y se alejan las olas y la transparencia.
Siglos ha que retozabas sobre las playas vacías de los litorales.
Hasta que el europeo colonialista (proclamador de muerte)
comprendió la belleza de tu piel impermeable.
Hablan las bitácoras de los barcos:
— Era imposible acercarse a playa alguna en esta Península de Yucatán. La contaminación del aire resultaba insoportable. Los cadáveres de las focas monje, esparcidos en la arena, espectáculo apocalíptico dibujado en nuestras costas.
Delfín
(Tursiops truncatus)
Nada es más importante que la risa tenue de las crías humanas. ¿Para quién?
Dentro de la esclavitud de sentirte vulgar payaso, acometes, con el instinto, las mil y una piruetas que requiere el silencio de pertenecer al destino escrito por el Hombre.
La libertad requiere destreza y sentirte universo de agua.
Equilibrista del abismo, el lumínico oleaje se cuelga de tu mente.
Como ángel del océano conquistas vuelos y profundidades: agitando los átomos de espuma.
Adán Echeverría
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