La Cocina de mi Abuela

By on noviembre 9, 2017

Compilacion_2

XXXVI

AUTOR:

JORGE ENRIQUE VARGUEZ EB

MUNICIPIO:

DZIDZANTUN, YUCATÁN

LA COCINA DE MI ABUELA

Mis abuelos vivieron en el pueblo de Tixpéual. De ellos aprendí muchas cosas. Me enseñaron que la convivencia entre familia es muy importante.

Recuerdo que la cocina estaba edificada de bajareques y el techo de palma de guano. Esto ocasionaba que, en temporadas de calor, la cocina se mantuviera fresca.

En medio de las tres piedras estaban las leñas que con gran habilidad fueron prendidas; esto hizo que se alumbrara la pequeña cocina. El humo salía por los estrechos espacios que dejaron las maderas cuando fueron juntadas. Cerca del fogón estaba amarrada de extremo a extremo una soga de soskil, para que colgara la carne de diversos animales, y a un lado estaba el x peet en donde se ponían las tortillas que sobraban, así como también panes.

Mi abuela preparaba la masa de maíz con la ayuda del molcajete de piedra, haciendo ruido sin molestar a nadie. Cuando concluía, se iba hasta donde estaba el fuego y ponía el comal, prendía dos velas, después se sentaba en el banquillo, agarraba la masa, y con sus hermosas manos comenzaba a darle forma a las tortillas en forma circular. Durante varios minutos se escuchaba el plas, plas, plas. Este sonido, con los cantos de los grillos, formaba un ritmo musical de antaño, aunque en esos días no tenían radio.

Se escuchaban pasos de mi abuelo, que entraba en la cocina. En sus manos tenía huevos de gallina que entregó a mi abuelita. Entonces ella quitó el comal para poner el sartén, con un poco de manteca, sal para freír los huevos, escuchando el sonido, combinándolo con los cantos de algunos pájaros.

En ese momento se rompió esa pequeña sinfonía musical, porque el perro kimbo empezó a ladrar, espantando a los pájaros. La abuela decidió sacar los huevos revueltos, ya cocidos, para colocarlos en el plato que se encontraba en la mesa. A un lado se encontraba una jícara con agua. Mi abuelo ya se encontraba sentado en un tronco de madera. Cuando terminó de cocinar, mi abuela también se sentó; entonces empezaron a comer los dos en el mismo plato la comida preparada. En medio de la mesa estaba el leek con las tortillas bien calientitas.

Fue agradable verlos convivir juntos todos los días de su vida; así como también escucharlos hablar en su idioma natal maya.

El perro kimbo se encontraba sentado cerca de la puerta, las gallinas caminaban de un lado para otro de la cocina, los cantos de los diversos pájaros parados en los árboles, el gallo cantando indicando la hora de que ya amaneció.

Pude observar esa maravillosa escena, porque mi hamaca se encontraba colgada cerca de la cocina.

En la actualidad ya no existe esa cocina, el perro ha muerto y mis abuelos ya han fallecido.

Continuará la próxima semana…

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