Intereses en Conflicto

By on febrero 27, 2017

Editorial

EDITORIAL

Intereses En Conflicto

En este país nuestro las disparidades y diferencias son cosa de todos los días. En lo económico, lo social, lo político, lo cultural, etc., por donde se mire hay situaciones de injusticia, vicios acumulados, acciones toleradas y actitudes prepotentes que manejan los respectivos círculos de poder, todos ellos haciendo lo que les conviene, lo que consideran mejor para nosotros, o lo que les parece adecuado según el tiempo y las circunstancias.

El tema de la competencia entre los agrupamientos, que ocurre periódicamente, da lugar a acomodos, campañas y/o decisiones, no siempre adecuadas o agradables para lo que en estos avatares se encuentran o sienten desfavorecidos.

Tal ocurre ahora, cuando se anuncia la llegada de una modalidad de transporte de pasajeros en zonas urbanas que, por su novedad y exitoso desempeño a nivel internacional, se considera bueno tanto en servicio de calidad, seguro y a justo precio, que además apoya a propietarios de vehículos particulares, convertidos en transporte público de personas, redituándoles ingresos adicionales que ayudan al transportista a dar mantenimiento a su unidad y propician un ingreso económico adicional, en la difícil situación que afecta a los hogares.

UBER, que es el nombre conocido del servicio, anuncia su presencia en Mérida en este mismo año.

Y, claro, de inmediato puso en acción al avispero taxista, que desde el siglo anterior ha mantenido la exclusiva del transporte urbano, coexistiendo con las empresas camioneras y, más recientemente, con los mototaxis con placas de otro estado que circulan por toda la geografía local.

Hasta donde se sabe, el gremio taxista ha vivido históricamente sin pago de impuestos municipales, donde sus unidades han creado hasta sitios fijos exclusivos por decenas de años.

Los camioneros por lo menos construían las calles de muchas rutas que deseaban trabajar y tenían registro municipal de sus líneas, que ellos apoyaron económica y físicamente con dicha construcción de calles.

En cambio, los sitios de taxis urbanos se mantienen históricamente exclusivos, casi de uso particular, privado, intocables, fijos. Como si fueran de su propiedad.

 Si una humilde vendedora de tomates con su cesto como única propiedad se instala en un sitio público, es rápidamente desalojada, en un triste ejemplo que habla de las diferencias económicas, sociales, políticas y discriminatorias a la gente necesitada de nuestros pueblos.

Vale la pena reflexionar sobre si vivimos en una urbe equitativa para todos, o discriminatoria para los humildes, además de cerrada a la competencia de servicios no locales que pugnan por entrar a nuestro medio urbano con transportes dignos a precios accesibles.

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