Esbozos

By on marzo 15, 2018

Germenes_1

XVI

ESBOZOS

 A Rodolfo Reyes

EN oriente las cumbres hirsutas

enderezan sus conos enhiestos

bajo un palio de un índigo obscuro,

bajo un trágico toldo de estruendos,

en el cual, como alfanjes de plata,

resplandecen relámpagos trémulos…

Ven a ver el paisaje, es hermoso:

tras la gris nublazón de los cielos

se amortiguan los rayos occíduos;

en la cumbre, los pájaros negros,

los que adoran las cosas inmundas,

los que atacan lo inerme, los cuervos,

se revuelven con júbilo, como

soberanos señores del viento,

y la racha, con ímpetu, con ímpetu rudo,

silba y silba… ¿Vendrá el aguacero?

Es la tarde otoñal… ¡Qué admirables,

qué gloriosos serían los versos

con que canto tu noble hermosura,

impecable y magnífica, si ellos

desgranan el ritmo inefable

de esta tarde de ritmos excelsos

en que un alma sonora palpita

en la tierra, en el aire, en el cielo!

¡Opulenta, grandiosa armonía!

Roncos gritos de cólera, lejos

allá arriba, en las nubes preñadas;

aquí abajo, en la fronda, en el viento,

en los rubios trigales que undulan

con su espiga gentil de oro viejo,

ya suspiros que acaban cantando,

ora quejas que acaban riendo,

o resoplos de mar, o rumores

de caricias, de arrullos, de besos…

Mas ya vuelan las hojas en alas

de la racha… ¿Vendrá el aguacero?

¡Oh, qué lindo clavel entreabre

su corola de púrpura y fuego,

sobre el oro triunfal de tus bucles

perfumados, sedosos y luengos!

Me recuerda un maizal que yo he visto

en las milpas cercanas del pueblo…

Era un mar con sus ondas doradas…

De la mar rumorosa, en el centro,

la amapola, ostentando sus flores

del color del clavel de tu pelo…

Pero caen las prístinas gotas

como aljófares vívidos, trémulos,

y las nubes alígeras vuelan,

y rebullen graznando los cuervos,

y el relámpago sigue brillando

bajo el trágico toldo de estruendos

que coronan las cumbres hirsutas

en oriente… ¿Vendrá el aguacero?

¿Sabes tú, qué pensaba, mi rubia?

No te rías, decírtelo quiero:

recoger esas límpidas perlas

en el cáliz ardiente y bermejo

de la flor de tus labios, más roja

que el clavel de tu blondo cabello…

Mas… ¡Qué bella explosión de fulgores!

Se abrillanta con claros destellos

ese palio de un índigo obscuro

que corona los montes enhiestos…

¡Gloria al sol que ha rasgado la bruma!

Esa nube preñada de estruendos

era informe montón: y hoy parece…

¡Hoy parece un ideal terciopelo!

La esmeralda del monte revive…

Hasta el hosco plumaje del cuervo,

al tocarle la luz, ya presenta

primorosos cambiantes de acero!

¡Claro-obscuro, tu encanto subyuga!

¡Almo sol, tu pincel es soberbio!

¡Gloria a ti, gran artista celeste!

¡Y a ti gloria, oh Rembrandt, oh maestro!

Mas… la racha ha calmado su furia

¡No vendrá, no vendrá el aguacero!

No vendrá… Mira el arco de triunfo

que Iris teje, con mágicos dedos,

con los rayos del sol que disuelve

en el agua suspensa en los cielos…

También mi alma, a tu casta hermosura

con la luz ideal del ensueño,

ha tejido mil arcos de triunfo

en mis trovas de amor, en mis versos.

Pero ¡mira! ¡Oh, prodigio! Del valle

sube un águila, en rápido vuelo…

Va a la cumbre, a la roca, a su nido

donde aguardan sus hijos hambrientos…

Mas el ave vacila… jadea…

¿Qué tendrá? ¿Por qué abate su vuelo?

¿Qué acongoja a la reina del aire?

¡Ah, tal vez de un combate sangriento,

pero noble y viril y pujante,

vuelve, rotas las garras de acero!

Se desploma, vencida en la roca…

Al sentir su presencia los cuervos,

azorados, emprenden la fuga

en desorden, temblando de miedo!

Pero no, que ya vuelven, se agrupan,

exploran, observan con ojo certero…

¡Ya lo saben! ¡El rey agoniza!…

¡Ya le atacan!… ¡Oh viles! ¡Oh…cuervos!

Di, mi bien: ¿No te indigna?

                                                  ¡Oh mi gloria!

¡Yo a tus plantas! ¡Tu frente!… ¡Mi beso!…

José Inés Novelo

Continuará la próxima semana…

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