En la fila para la Farmacia del ISSSTE Lindavista

By on septiembre 14, 2018

Perspectiva

Farmacia_1

“Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo”

Sófocles

Viernes, 2:10 p.m., C. M. F. ISSSTE Lindavista, en Mérida.  Con cuatro recetas que habían sido expedidas el día anterior –que no habían podido ser surtidas ese día porque aún no “inventariaban” los medicamentos y, por lo tanto, no estaban disponibles– entré por la puerta principal, dispuesto a hacer la fila para que fueran surtidas en la farmacia, silenciosamente esperando que no me fuera a tomar mucho tiempo. Mal negocio: al trasponer el umbral era perfectamente visible la fila de pacientes y/o familiares que estaban ahí por la misma razón que yo. En la fila que surtía más de dos recetas habíamos más o menos 50 personas, y en la que surte hasta dos recetas habían al menos otras 30. No iba a ser ni rápido ni cómodo esperar, evidentemente.

Para aquellos que han pasado por una experiencia similar, fuera en el ISSSTE o en el IMSS, coincidirán conmigo que toda la experiencia singular que es tratarse la salud en una institución pública es agobiante y desgastante: el proceso completo que consiste en conseguir la cita, asistir a ella y, posteriormente, obtener los medicamentos que recetan los médicos suele llevarse al menos una jornada de trabajo, no precisamente tratado con algodones o comodidades. En el caso del ISSSTE de Lindavista, y el verdadero motivo de estas líneas, es inexcusable el proceso anterior, y el martirio, al que son sujetos sus principales pacientes y asistentes: los jóvenes de la Tercera Edad que ahí acuden.

Quien haya ido al ISSSTE Lindavista sabe de lo que hablo: desde mucho antes de las 8 de la mañana, los consultorios y la farmacia son asediados por la cantidad de personas mayores de 65 años que asisten a tratarse la salud. ¿Lo peor de todo, amén de la excesiva tramitología? No existe suficiente capacidad para sentarlos a todos, para hacerles más llevadera y agradable su espera. Muchos asisten en sillas de ruedas, otros se apoyan en bastones, otros ejercen algo de la vitalidad que aún les queda, o utilizan sus reservas para sobrellevar la jornada; muchos, además, no alcanzan a recibir sus medicamentos completos y deberán repetir la odisea al día siguiente, o encargársela a un familiar que pueda hacerlo por ellos. Este ciclo se repite todos los días, de lunes a viernes, de 8 a 9 p.m., ad nauseaum.

En la evolución de este Centro Médico Familiar, se ha aumentado el número de disciplinas y consultorios que se ofrecen a sus derechohabientes, pero se ha sacrificado la cantidad de asientos y bancas para que los pacientes esperen ser atendidos por el personal. Helos aquí: una variedad de personas cuyas vidas están llenas de recuerdos y vivencias, agobiados por el transcurrir del tiempo y el deterioro normal de la maquinaria que los ha mantenido en este mundo desde hace ya varias décadas, teniendo que someterse a un trato que muchos calificamos de inhumano. ¿Esta es la atención que merecen? Es claro que no.

En muchos casos, en las instituciones públicas sus funcionarios simplemente no se toman la molestia de ponerse en los zapatos de la gente a la que deben brindar atención, preguntarles si están conformes y, por lo tanto, les tiene sin cuidado preocuparse por mejorar el servicio y atención que brindan; después de todo, muchos de esos funcionarios recibieron el puesto tan solo por acuerdos cupulares del grupo político vencedor. Este pareciera ser el caso del C.M.F. Lindavista del ISSSTE: la Dirección General simplemente no se ha tomado la molestia de ver las condiciones en las que deben esperar atención todos estos jóvenes o, peor aún, las han visto y simplemente le vale.

Procesos evidentemente ineficientes requieren de alguien con vocación de servicio que los analice y proponga soluciones que beneficien a los derechohabientes. En el caso de la Farmacia, ¿por qué no asignar la tarea de surtir los medicamentos de las recetas a la asistente del Médico que atiende a los pacientes, de manera que el paciente reciba ahí mismo, antes de salir del consultorio, las recomendaciones y sus medicinas? ¿Por qué no abrir otros módulos de surtimiento de medicamentos, o al menos asignar mayor personal y un tiempo máximo de atención a un derechohabiente, monitorearlo y mejorarlo gradualmente? ¿Por qué no usar un sistema de tickets con el cual la persona únicamente se ponga de pie cuando se llame su número?

Me imagino que la respuesta de cualquier funcionario en hospitales y clínicas será: “No tenemos suficientes recursos.” Esa es la muleta que con mucha frecuencia han esgrimido y hemos escuchado, no siempre sin razón. Causa indignación que eso se lo debamos a los voraces políticos que se llenan los bolsillos con el dinero que pudiera estarse invirtiendo en mejor atención, infraestructura, y abastecimiento de medicamentos para aquellos que requieren de instituciones públicas de salud.

Una hora de pie me llevó que surtieran esas cuatro recetas el viernes pasado. Al compararme con la asistencia esa tarde, con mis compañeros de espera, califico como “joven”, a pesar de que ya llevo más de cinco décadas en este mundo, y pude aguantar a pie firme la espera, mientras los observaba a ellos, mientras una inmensa molestia y pena crecía dentro de mí al ver la manera en que son tratados todos estos jóvenes de la Tercera Edad, mientras estas palabras se formaban.

Desde esta perspectiva, bien valdría considerar que el Tiempo no se detiene por nadie y tener siempre presentes las palabras de Louise Hay: “¿Cómo tratas a los ancianos? Lo que hoy das es lo que has de encontrar mañana cuando envejezcas.”

Ojalá alguien en el ISSSTE Lindavista lea estas líneas y haga algo al respecto, alguien que haya comprendido perfectamente que todos estos jóvenes con experiencia necesitan ser atendidos con todas las consideraciones posibles; alguien que haya comprendido que lo que hoy haga en beneficio de ellos sentará las bases para una mejor atención el día que alcancemos, si Dios quiere, esa edad.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

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