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El primer hombre en la Luna, de Damien Chazelle
Cine
Con sentimientos encontrados –no soy de aquellos que amaron La La Land pero soy de los que adoran las películas espaciales– mi cinéfilo xtup y yo nos apersonamos a la primera función de hace dos domingos a las salas del Siglo XXI para ver El primer hombre en la Luna, la más reciente entrega cinematográfica del jovencísimo director Damien Chazelle. Poco más de dos horas con veinte minutos después, ya no existían esos sentimientos encontrados: habían sido sustituidos por una intensa emoción y sensaciones placenteras por lo que acababa de ver en la muy cómoda, muy económica y muy cuidada sala en la que vi esta película que habré de incorporar a mi videoteca tan pronto me sea posible.
El primer hombre en la Luna nos cuenta la vida del primer hombre que pisó la superficie lunar, en 1969, el capitán de la misión Apolo XI: Neil Armstrong, interpretado por Ryan Gosling. El guion escrito por Josh Singer –quien lleva en sus alforjas un Oscar al mejor guion por el de la película Spotlight– a partir del libro que sobre Armstrong escribió James R. Hansen inicia con el más aciago episodio en la vida del astronauta nacido en Wapakoneta, Ohio: la muerte de su hija Karen, de tan solo dos años de edad. Siendo piloto de aviones supersónicos, Armstrong busca empleo en la NASA como piloto del programa Gemini, iniciando la carrera que eventualmente lo llevaría a la Luna.
El director Damien Chazelle y los actores Claire Foy y Ryan Gosling en la premiere de la película «First Man» en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Smithsonian Institution, el jueves 4 de octubre del 2018 en Washington. (Foto por Charles Sykes/Invision/AP)
Elemento fundamental en la vida de Neil Armstrong fue su esposa Janet (Claire Foy, que nos dice tantas cosas de lo que vivió su personaje a través de sus ojos) que lo apoyó cada vez que fue necesario que se mudaran debido a su trabajo como piloto, y que sufrió cada uno de los vuelos experimentales que hizo su esposo, mientras aparentaba fortaleza ante sus hijos y ante los demás, hasta llegar a la incertidumbre mayor: ¿regresaría con vida su esposo al intentar alcanzar el satélite de la Tierra? Como muchos de nosotros, Armstrong interiorizaba muchos de sus temores y sentimientos, por lo que le costaba comunicarlos a su esposa, lo que hizo tirante su relación; sin embargo, Janet encuentra la manera de que su esposo hable con sus hijos y les haga saber que tal vez no regrese, en una de las escenas más intensas de la película, al menos para mí.
El filme de Chazelle tiene dos elementos recurrentes: el primero es la abundancia de tomas a la argolla matrimonial de Armstrong, como para demostrarnos cuán apegado a su familia estaba el astronauta, y el segundo son las constantes escenas en las que la mirada de Armstrong/Gosling mira hacia el espacio, anhelando alcanzarlo, lo que finalmente logra.
El filme nos recuerda cuán experimental fue la carrera espacial, y cuántas vidas reclamó, muchas de ellas de amigos de Armstrong. De hecho, Chazelle es sumamente detallista y nos presenta desde el cochambre en el interior de los vehículos espaciales, así como los remaches y tornillos que se usaban para mantener la integridad en las cabinas, sin olvidar los mecanismos con los que se cerraban las escotillas, y la multitud de botones, diales, indicadores y pantallas que los astronautas debían aprender a manejar pues cada una controlaba un aspecto fundamental del vuelo.
Mencionaba al inicio que las películas espaciales son uno de mis mayores placeres cinematográficos. El primer hombre en la Luna me trasladó a esa época de ensueño en la que el Hombre se elevaba de sus problemas políticos terrestres y mundanos, poniendo la mirada –esa mirada que Chazelle hace tan evidente cada vez que le es posible– en el infinito, en lograr lo imposible. La película no deja de ser entretenida en momento alguno, descansando en todas las actuaciones del elenco que muestran la grandeza del espíritu humano, que fue el que finalmente logró conquistar el espacio en esos días, a pesar de todo los obstáculos que fue necesario salvar. Quien desee conocer sobre esos primeros intentos, dirija su atención a la película The Right Stuff (1983), para conocer más detalles sobre los riesgos que enfrentaron todos estos pioneros espaciales.
Reveladores son los rasgos de la personalidad de Buzz Aldrin, copiloto de Armstrong, y en menor grado conocemos al tercer astronauta, Michael Collins, que tuvo tal vez la labor más difícil: orbitar pacientemente la Luna, esperando que el módulo lunar Águila se ensamblara para emprender el retorno a la Tierra. Aquellos que vivíamos en ese mes de julio de 1969 recordamos la histórica transmisión televisiva –en la televisión en blanco y negro que teníamos en la sala de la casa, mientras desayunaba globitos remojados en mi café con leche–, observando cómo Armstrong y Aldrin se movían sobre la superficie lunar a través de saltitos.
Ryan Gosling interpreta a Neil Armstrong en «El primer hombre en la Luna.»
Armstrong falleció en 2012, mientras Aldrin y Collins aún viven; el estupendo filme de Demian Chazelle es una experiencia reveladora de lo que fue la vida del valiente piloto y hombre que fue Neil Armstrong, El primer hombre en la Luna. Vaya a verla con la garantía de que saldrá del cine con la misma emoción con la que salí yo, y acaso también con una pregunta: ¿por qué el Ser Humano no ha intentado ir más allá de la Luna, no solo por el afán de descubrir nuevos horizontes, sino para mostrar la misma grandeza de mentalidad que mostró al finalizar la década de los años 60 del siglo pasado?
S. Alvarado D.
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