El Perro y el Pato

By on noviembre 9, 2017

EL PERRO Y EL PATO_1

Para Janeth Escamilla, con amor.

Porque no solo validas mi esencia, sino que la haces real.

Hay una voz. No te importa de dónde sale, ni cómo llega, y por tu oído entra en tu cabeza. Dice que su perro se ha escapado y que, para mala suerte, no tanta para el colmo, había un pato en el camellón. Más bien pequeño que grande, que lo correteó y así se fueron hasta la otra cuadra.

¡¿Un pato?! ¿En el camellón, a las nueve de la noche? Cuestiones así pueden surgir en tu mente.

“Sí, quién sabe de dónde salió.” La voz no aporta mucho y poca voluntad aparentemente tiene sobre lo fundamental y trascendente del cuento.

¿Y qué pasó? Exigirás saber, ya con la curiosidad a punto de rebosar tu vaso. Incluso pensarás en las posibilidades verosímiles de la situación y preguntarás: ¿Quién correteó a quién? ¿El perro al pato, o el pato al perro? ¿Es un perro con genes de cazador propios de su raza? ¿Salió con la plena convicción de corretear al ave? ¿O nada más por culpa del azar encontró al pato ahí, en el camellón de la avenida, a las nueve de la noche, y sin más lo correteó?

“El perro al pato,” dirá la voz, tratando de acotar el relato antes de pasar a lo importante del asunto, o no. El dueño del animal (o sea, del perro) salió a comprar dos barras de pan francés y un cuarto de queso de bola; entonces el perro aprovechó el quicio de la reja y salió, al ver al pato cruzó la calle, sin precaución, para corretear tras él.

Los perros no tienen precaución. Piensas e imaginas al perro cruzar la calle a la caza del pato y a un automóvil impactándolo y pasándole por encima. Crees ver al perro destripado ahí, en medio del escaso alumbrado público, con la lengua de fuera y echando sangre por lo largo del hocico.

Eso lo has imaginado tú, pero no es parte del cuento. Te recrimina la voz, frunciendo la frente y cruzando los brazos en señal de molestia. No es parte del cuento ni quiero imaginarlo.

¿Y por qué no? Tu mente subversiva ahora trata de dar un giro sicológico para influir en el curso de la historia.

La voz ha callado. Piensas que se molestó, pues han pasado algunos minutos y no te dice más. Vuelves a imaginar al perro atropellado y te sientes mal. Pobre perrito, piensas, y preguntas si no habrá regresado ya.

Nada. No hay respuesta.

Te paras del sillón, vas a la cocina y llenas otra vez tu vaso de curiosidad. No has dado el primer sorbo y te desesperas porque de verdad quieres saber, e insistes en preguntar si no ha regresado, pero esta vez con ganas dramáticas de adueñarte del relato.

“No,” contesta, seca, la voz.

Más que seca, la oíste preocupada; más que molesta, llena de incertidumbre. Entonces te parece oportuno introducir el sustento filosófico soterradamente y aseguras que va a regresar. Sabes que va a regresar, dices y repites, sabes que va a regresar.

“Sí, ya regresó,” por fin contesta la voz, pero ya no quiere decir más. Vas entonces por otro tema con tal de continuar el cuento: ¿Qué pasó con el pato? Pero ha surgido una obstrucción.

“No sé.” La voz ya no quiere continuar.

Piensas en las posibilidades verosímiles para la suerte del pato.

Y en eso estás cuando se te antoja un sándwich de queso de bola. Sabes que si algo se te antoja es porque lo necesitas.

Crees que los perros no se llevan con los patos, pero la guayaba lo hace muy bien con la almendra.

¿Ir o no ir por dos barras de pan francés y un cuarto de queso de bola?

Rígel Solís Rodríguez

Marzo 27, 2017

Rígel Solís Rodríguez (Mérida, México, 1979) se considera narrador naíf. Ha publicado los libros Cuentos de Sexo, Drogas y Rock and Roll (Editorial Dante, 2011), Debrayes Culturosos del Kaskep (Edición de autor, 2012), Nuevetrusas (Ediciones Oblicuas, 2014) y Peregrina (Catarsis Literaria El Drenaje, 2016). Actualmente publica en diversos medios y produce contenidos culturales para la radio por internet a través de Radio Kaos Rock, en Zacatecas, y Maldeorines Radio, en Guadalajara. Contacto: rigel.solis.rodriguez@gmail.com

 

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