De la Cuna al Paredón (VII)

By on abril 19, 2018

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VII

LA VIDA ARTÍSTICA DEL GRAN ILUMINADO

Entre la multitud de detalles que podríamos citar de la vida de Felipe Carrillo, hay una digna que no podemos dejar de relatar en este anecdotario; porque revela el gran carácter vivo y fuerte que fue desarrollándose en el que fuera más tarde el noble Iluminado de Yucatán.

Era aún joven Felipe, cuando llegó a Motul un señor del interior de la República que se llamaba José Gerónimo Ramírez. Ignorado de todos, pasó algunos días en dicha ciudad, paseándose, sin saberse cuál era la misión que lo había hecho ir hasta allí.

Pero uno de tantos días, se encontró con Felipe, y le contó a éste que era un desertor del Batallón 22 que residía en Mérida, capital del Estado; que había sido destacado al Estado con motivo de la guerra que en aquella época se estaba haciendo a los indios de “Chan Santa Cruz”. A pregunta de Felipe de que si era sencillamente un soldado raso, le contestó al instante que no; que él era nada menos que el primer clarinetista de la Banda de Música del referido Batallón y que, como tal, deseaba darse a conocer en la ciudad de Motul.

Felipe, entusiasta en todo lo que pudiera llevar a algún provecho a los habitantes de su querida ciudad natal, le ofreció su ayuda desinteresadamente, y al efecto, vio a algunos padres de familia para que ocuparan al señor Ramírez como profesor de música de sus hijos.

Pero un día, con el noble propósito de obsequiar a Felipe, el maestro Ramírez lo invitó para que le oyera tocar su instrumento, citándolo para la casa cural –residencia del señor Dean con quién ya había trabado amistad por ser éste igualmente músico que tocaba con perfección la “serafina”–.

Asistió Felipe a tal invitación acompañado de varios de sus amigos y, ya reunidos, el maestro Ramírez, como le llamaban, y el señor cura ejecutaron las famosas variaciones para clarinete del “Carnaval de Venecia”, que fueron interpretadas magistralmente por aquellos dos artistas. Hecho tan significativo los entusiasmó de tal manera, que Felipe y sus amigos desde aquel momento acordaron todos formar una nueva orquesta en Motul, integrada de jóvenes únicamente, dirigidos por dicho profesor Ramírez, comprometiéndose a pagarle cada uno la módica suma de cinco pesos mensuales.

A la semana siguiente comenzaron a tomar del maestro Ramírez lecciones de música 22 jóvenes, entre ellos Felipe.

Fue tal el empeño del profesor y el de los discípulos para dar a conocer al público los adelantos que habían adquirido y presentar la nueva orquesta que, a los cuatro meses, sin exageración, el señor Ramírez, previo estudio que hizo de las condiciones físicas de cada uno de sus alumnos, les indicó cual era el instrumento que debería escoger cada uno de ellos, para comenzar desde luego a la práctica correspondiente.

A Felipe le correspondió en el reparto la flauta. Cuando ya todos tuvieron sus instrumentos, se intensificaron de tal manera los estudios, de día y de noche, que a los catorce meses, justamente, se anunció al público la presentación de la nueva orquesta en la plaza principal de Motul, y que tocaría en amistosa competencia con la antigua orquesta, compuesta de músicos ya viejos.

La noticia cundió inmediatamente por toda la ciudad.

El día fijado, que fue un domingo, hubo tal alborozo que presentaba la plaza pública un aspecto extraordinario. El parque de la ciudad albergó a todas las clases sociales motuleñas. A las ocho en punto de la noche, como era costumbre, el viejo maestro de la antigua orquesta –don Valerio Lara– por una deferencia hacia la nueva orquesta, entregó la batuta al maestro Ramírez y le suplicó que fuera quien iniciara la audición.

Así fue.

La orquesta rompió sus primeros acordes con un formidable “Paso Doble Flamenco” escrito por el tantas veces repetido Ramírez para aquel acontecimiento artístico, el cual, al terminarse de ejecutar, fue largamente aplaudido, viéndose obligada la orquesta a bisar dicho número. Con tan buen pie la orquesta juvenil inició esa noche su actuación, habiéndose ovacionado todos y cada uno de los números del programa.

En amistosa competencia, las dos orquestas hicieron pasar horas agradables a la concurrencia.

Desde esa famosa e imperecedera noche de arte, los dos conjuntos acordaron alternarse en lo sucesivo los programas para las serenatas de la ciudad.

Así fue que en los jueves tocaba en el parque la vieja orquesta, y los domingos la de los jóvenes motuleños.

Prof. Edmundo Bolio O.

Continuará la próxima semana…

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