De la Cuna al Paredón (III)

By on marzo 15, 2018

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UNA OJEADA FAMILIAR

Fue en el año fatal de Yucatán –el de las frecuentes invasiones que hacían los indios rebeldes que pugnaban por reconquistar sus derechos inicuamente arrebatados–, la época en que Yucatán ofrecía el triste espectáculo de una tierra esclavista, cuando don Justiniano Carrillo, que tendría en aquel entonces cuando mucho unos siete años de edad, acompañado de una hermana suya llamada Josefa y de un hermano de nombre Amado, se vio en la necesidad imprescindible de abandonar su pueblo natal, Sotuta, para irse a establecer en la capital del vecino Estado de Campeche. Ya allí la hermana mayor, Josefa, se casó y los dos niños, es decir, Justiniano y Amado, fueron entregados a la escuela para que comenzaran sus estudios; pero en aquella época estalló la guerra “juarista”, o de “la Reforma”, contra el Emperador Maximiliano, y las autoridades de toda la República comenzaron a hacer “leva” entre todos los ciudadanos. Cuando esto sucedía, don Justiniano Carrillo, aunque solamente contaba diez y siete años de edad, por su cuerpo esbelto y fuerte fue “enganchado” para prestar sus servicios al ejército de don Benito Juárez y, una vez incorporado, por su buena conducta observada, su disciplina y su valor, pronto fue ascendido a capitán primero, único grado éste que alcanzó cuando fue dado de baja, siendo entonces ya mayor de edad.

Una vez emancipado del resto de su familia, bajó a la ciudad de Mérida y, como en aquellos tiempos memorables, así como a los niños la instrucción era obligatoria, a los mayores se les exigía aprendieran algún oficio. Fue cuando don Justiniano decidió aprender la carpintería y con este oficio llegó a buscarse honradamente la vida, ayudando de este modo, con los productos que le rendía, a su hermanito Amado, que era aún menor de edad, para su alimentación y educación.

En estas condiciones vivió en Mérida algún tiempo más, hasta que decidió irse al pueblo de Baca, a establecerse con dos mesas de billar. Como en esa época Motul no contaba con ningún centro de diversión, fue invitado por un grupo de los principales de aquella localidad para que llevara sus mesas antes dichas a esa población, en donde vivió algún tiempo con los rendimientos de este negocio.

Después de algún tiempo, quiso orientarse en otra forma de trabajo y se resolvió a vender los billares, de cuyo importe estableció un pequeño comercio de compra y venta de maíz que era en aquel entonces lo más productivo. Esta su nueva ocupación la estableció precisamente en la casa en donde le daban la “asistencia”, es decir, en donde se le proporcionaban alimentos, que era propiedad de la señora doña Josefa Puerto, quien a la sazón tenía una hija de doce años llamada Adela Puerto.

Don Justiniano Carrillo hizo buena amistad con esta niña y cuando ésta cumplió sus 14 años contrajo matrimonio con él.

Habiendo ya formado hogar, don Justiniano Carrillo se propuso darle más impulso a sus negocios comerciales, y al efecto hizo una sociedad con el señor Crescencio Novelo para establecer en la ciudad de Motul una ferretería. Algunos años más tarde se disolvió dicha sociedad, quedando el señor Carrillo como único propietario del establecimiento. Ya en manos de él exclusivamente, dicha casa comercial progresó rápidamente con gran éxito, siendo su única y eficaz colaboradora la señora, su esposa, de cuyos gananciales pudieron vestir, alimentar y educar a todos sus hijos.

De dicho humilde, pero honrado matrimonio, fueron los siguientes hijos: Enriqueta, Felipe, Ernilda, Josefa, Gualberto, Eraclio, Elvia, Benjamín, Audomaro, Acrelio, Eliodoro, Edesio, Angelina y Wilfrido. Esta fue la numerosísima familia que aquel matrimonio levantó y educó con sus propios esfuerzos, dejando al morir ambos un capital aproximado de cincuenta mil pesos, ganados en el transcurso de la vida a fuerza de honradez y de trabajo. Todos los hijos enumerados han sido consecuentes con la ruta que les demarcaron sus progenitores, y de esta rama surgió el Apóstol Felipe Carrillo Puerto de cuya vida, interesante por todos motivos, pasamos a referir en un anecdotario sugestivo y atrayente.

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Edmundo Bolio O.

Continuará la próxima semana…

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