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Crónicas de Mi Pueblo (X)
X
Antonio Canul, Presidente Municipal.
César Ramón González Rosado
Antonio Canul fue declarado Presidente Municipal electo de su pueblo. Las cosas habían salido bien. Sin embargo, aún no era tiempo de cantar victoria. Seguiría el consejo de don Venancio May, el viejo general de los Cruzob: Nunca confiarse, siempre estar alerta…
Invitó a la toma de posesión del cargo a los Presidentes Municipales de los ayuntamientos de la región perteneciente al antiguo señorío de los “Ah Canul”, aquellos bravos guerreros que heroicamente resistieron la invasión de los españoles en el siglo XVI: asistirían los Presidentes Municipales de Chocholá, de Halachó, de Becal. de Kalkiní, de Hecelchacán, con el propósito de unirlos a la causa.
Un día antes de la toma de posesión, al abrir el cajón de su destartalado escritorio en el local de la Liga de Resistencia en donde atendía los asuntos, Antonio encontró plácidamente dormida una bella serpiente. El reptil agitó su cascabel y prudentemente Antonio, sin susto, como hombre del campo que era, se apartó.
Preguntó a las personas quién había puesto la serpiente en su escritorio, pero nadie supo. El más viejo de ellos dijo: “Es un misterio, Antonio. Debemos entenderlo como un mensaje de los espíritus ancestrales que te protegen. Por eso la serpiente de cascabel, símbolo sagrado del pueblo Maya, no te atacó. Es una advertencia: debes estar alerta ante la perfidia de tus enemigos.”
Antonio ordenó que, con todos los cuidados, la devolvieran al monte, en donde pertenecía.
Recibió la invitación del Gobernador del Estado para platicar en Mérida. Antonio respondió: “Díganle al Gobernador que yo lo invito a mi toma de posesión. Que venga primero.”
Un día, sin previo aviso, se presentó en Maxcanú el gobernante para platicar con él.
Muy larga fue la charla entre Antonio y el Jefe del Ejecutivo, que le ofreció el apoyo de su gobierno para mejorar las condiciones de vida de la gente a cambio de que continuara luchando como lo venía haciendo por la justicia.
Don José González Beytia, que ese era el nombre del gobernador, le recordó las últimas palabras de Felipe Carrillo Puerto antes de morir en infame asesinato: “No abandonéis a mis indios”.
Un día 1º de julio, Antonio tomo posesión del cargo. Juró defender los derechos del pueblo. Combatir a los corruptos, a los comerciantes deshonestos que lucran con el hambre del pueblo, mejorar las condiciones de trabajo, de salud y de educación, y realizar todas las obras necesarias para el desarrollo de la comunidad.
Antonio cumplió su palabra: gobernó con honestidad y sabiduría.
Cuando terminó su mandato, regresó a trabajar su milpa y a su cargo de líder de la Liga de Resistencia Socialista, en donde estaría vigilante de las cosas públicas de su pueblo.
Años más tarde, cuando las canas platearon su cabellera, cuando su actuación política y social fructificó en grandes realizaciones, fue honrado con la designación de “Batab” de la región del antiguo señorío de los “Ah Canul”, cargo simbólico de acuerdo con la tradición del pueblo Maya, guía y consejero investido con el respeto de su pueblo.
FIN
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