100° Aniversario del Colegio Americano

By on junio 29, 2017

Perspectiva

Colammy100_1

100° Aniversario del Colegio Americano (COLAMMY)

Durante una gran parte de mi vida escolar, desde kínder y hasta Preparatoria, el Colegio Americano fue mi segunda casa. No es broma cuando digo que, de haber ofrecido carreras, posiblemente hubiera continuado mis estudios en la institución, de la cual me siento orgulloso y a la cual agradezco sus afanes en brindarme muchas de las herramientas que he utilizado en mi vida profesional, y también en la social.

Tuve el inmenso placer de abrevar conocimientos de verdaderas lumbreras y figuras de amplio reconocimiento en nuestra sociedad. Con particular cariño y reconocimiento recuerdo a Don Pepe Canto López; al Ing. Antonio Betancourt, a mi querida Maestra Gloria; a la maestra Cecilia, gran maestra de Geografía; a Don Diego Yam, orfebre que nos enseñó las artes del calzado; al siempre afable y sonriente Willy; así como a Don Roberto, quien se encargaba de mantener en prístinas condiciones las instalaciones; a doña Isela en su almacén y a don Panchito al frente de La Cabaña; sin olvidar al Capi Morales, temida y respetada figura de disciplina que nos recordaba con frecuencia que no armáramos “moruca”, que hasta ahora ignoro qué es, pero que sonaba ominoso cuando lo decía él; y a la entrañable directora Gabina; en fin, recuerdo a tantas grandes personas que me ayudaron a formarme en las aulas del Colammy.

Este año se cumplen 100 años de su fundación – los enterados saben que la escuela nació en 1917 – y con mucho gusto contribuiré con mi granito de arena a las actividades por este aniversario, compartiendo unas palabras en una plática a los padres con hijos actualmente estudiando en la institución, que muy espectacularmente han titulado “Cómo fomentar el pensamiento matemático y la creatividad en casa”, pero que pretendo en realidad sea un paseo por los recuerdos que conservo de las fortalezas de una institución que se hizo de renombre a lo largo de varias generaciones, adecuándolas hacia el tema que me han pedido desarrollar.

Cada uno de nosotros tiene sus propios recuerdos acerca de las instituciones educativas por las que cursó sus años de formación primaria, secundaria y preparatoria. Quisiera pensar que muchos tuvieron la oportunidad de seguir bajo los lineamientos de la misma institución de manera continua durante todos esos años, que no tuvieron que mudarse de una escuela a otra, y ojalá todos hayan creado recuerdos tan agradables como los que yo guardo en mi corazón y en mi mente de esos años, muchos de ellos nacidos al amparo de los muros del Colammy.

Nos decían que asistíamos a “la prisión”, porque a nadie se le permitía la salida antes del horario establecido para hacerlo, sin autorización expresa de los padres, habiéndola hecho previamente del conocimiento de la Dirección, pero yo nunca la sentí así. Es más, hubo una época en mi vida – fue durante la Secundaria y la Prepa – que pasaba más tiempo en el Colammy que en mi casa: salía antes de las 7 de la mañana, para retirarme a la 1:30 de la tarde, y regresaba a las 3 para irme pasadas las 8 de la noche, practicando deportes, estudiando, relacionándome, aprendiendo a convivir con tantas gentes de tantas generaciones, gente a la que aún tengo el gusto de saludar cuando la veo por la calle, o en cualquier lugar.

El nivel académico del Colegio Americano siempre fue de excelencia, y las exigencias también lo eran: mientras cursábamos nuestra preparatoria, los exámenes finales incluían pruebas inicialmente con dos sinodales, y a las de ellos se agregaba el examen del maestro titular; el promedio de los tres resultaba nuestra calificación final en la materia. Tuve la fortuna de comprender y aplicar todo lo que mis maestros me indicaban, y que mis calificaciones demostraran mi aprovechamiento, contando con el beneplácito de todos: de mis padres, de mis maestros y el mío, lo que sin duda contribuyó a que se me forjara una gran parte de la autoestima que me ha sustentado a lo largo de mi vida.

Desde esta perspectiva, estas palabras son un muy humilde y somero reconocimiento a una institución que forjó hornadas de estudiantes, y que 100 años después continúa haciéndolo. El Colegio Americano fue mi segundo hogar, claro que sí, y nadie olvida la casa donde vivió.

Que sean otros 100 años más, y que hombres y mujeres de bien sigan egresando de sus aulas.

S. Alvarado D.

sergio.alvarado.diaz@hotmail.com

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.